10 de julio de 2017

-Yo fuí inmigrante.

Con mi “Underwood” preparada decidí de nuevo tomar una vida prestada para poder vivir con otra alma: Esta vez sería un voluntario afincado en  Marruecos, concretamente en Agadir.
Un esfuerzo...Y ya estaba: Era Kiko, un voluntario que vivía con ellos.
Vivía en un piso patera con otras ocho personas en la calle Barcelona.
En el salón teníamos las mantas y le mercancía para vender.

Despertaba como siempre con un nauseabundo olor proveniente de los pies de Ahnmad, que al igual que nosotros no se había podido duchar desde hacía más de diez días pues nos habían cortado el agua.

La mujer de Ahmad, Leticia, había dado dado a luz hacía dos meses. Y carecía de las condiciones sanitarias adecuadas para su cuidado.

Pronto todos mis compañeros estaban despiertos pues la persiana estaba rota y entraba mucha luz.

Abrahan y Ahmed venderéis hoy en la calle Barcelona. Kiko también.

Leti y yo eramos los únicos españoles del tugurio.

Así pues salimos a vender. La jornada transcurrió con normalidad.
En dos ocasiones nos avisaron que estaba patrullando la policía municipal y tuvimos que recoger y salir por patas.

Comimos unos bocadillos que llevábamos de almuerzo.
Y sobre las siete nos fuimos.
Yo tuve que ir al mercado pues me tocaba cocinar: Comida gallega, les encantaba.

Les preparé un lacón con grelos. Y al acabar Abraham, Leti y yo fuimos a ver al propietario a su casa. No nos recibió muy bien, pues dijo que prefería vernos en el piso alquilado.

“Por favor, llevamos quince días sin agua y gas. Tenemos un crío recién nacido y su salud peligra, así como la de la recién parida”, dije yo.

“No te preocupes hoy lo arreglo”, contestó. “Y por cierto qué haces tú entre tanto inmigrante”, dijo. “Incluso me han dicho -añadió- que hay una española casada con un sirio”.

“Verás son mi gente. Comencé ayudándoles desde una ONG. Y ahora me he venido a vivir con ellos”, señalé.

Abrahan nos pidió que le acompañásemos al locutorio pues quería hablar por teléfono con un hermano que tenía en Alemania, quien le iba a enviar dinero para que dejase A Coruña y se fuese a vivir a Munich con él.

Le daría trabajo en una empresa de mudanzas que había conseguido montar.

Lo cierto es que a todos nos daba mucha envidia, pero nos alegrábamos inmensamente por él.

Así pues al llegar, lacón, chorizos, grelos -vino no podían tomar- y la buena noticia de que nos iban a arreglar el agua y el gas.

El que cocinaba fregaba. Así es que...A ello me puse.
                                                                              Kiko Cabanillas.























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