Era un día
medianamente soleado. Yo escribía.
Una pandilla de
jóvenes que se había acercado a mi “Underwood”
estaba comentando
una película que acababan de ver.
Y eso despertó en
mi mi afición perpetua al cine.
Nació en Madrid
en los múltiples cine clubs que pueblan la ciudad.
También en los
cines de los colegios mayores.
Y algo tan
preocupante como maravilloso que me había sucedido...
Si la película me
gustaba mucho
era capaz de
introducirme en la pantalla y duplicar mi personalidad
Había sido
Indiana Jones en innumerables ocasiones
También fui el
Soldado Ryan y muchos otras.
Algo que me
fascinó es
cuando conseguí
hacerme con guiones
de varias
películas clásicas como “Casablanca”.
Me sabía los
diálogos de memoria.
Y los repetía
según veía la película por cuarta o quinta vez.
La magia era lo
que me fascinaba del cine.
Si bien es cierto
que la mayoría de las ocasiones
no lograba
conectar
e incluso me
irritaba sobremanera.
Esto me sucedía
cuando la película era de baja calidad,
lo cual sucedía
en la mayoría de las ocasiones.
Siempre recordaré
cuando de adolescente iba al cine de la calle Echegarai en Madrid
a la sesión
continua
en la que veías
varias películas
por un precio módico
A mi siempre me
gustó ir al cine sólo,
pues me irritaba
sobre manera
tener que salir de
mi sueño
para comentar tal
o cual escena.
Es que no podian
comprender
que yo no quería
salir de la ficción
que no me
interesaba lo que decían
que quería seguir
dentro de la
pantalla
por siempre jamás.
Kiko Cabanillas
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