4 de julio de 2017

Y los cines cines son.

Era un día medianamente soleado. Yo escribía.
Una pandilla de jóvenes que se había acercado a mi “Underwood”
estaba comentando una película que acababan de ver.
Y eso despertó en mi mi afición perpetua al cine.

Nació en Madrid en los múltiples cine clubs que pueblan la ciudad.
También en los cines de los colegios mayores.
Y algo tan preocupante como maravilloso que me había sucedido...

Si la película me gustaba mucho
era capaz de introducirme en la pantalla y duplicar mi personalidad

Había sido Indiana Jones en innumerables ocasiones
También fui el Soldado Ryan y muchos otras.

Algo que me fascinó es
cuando conseguí hacerme con guiones
de varias películas clásicas como “Casablanca”.

Me sabía los diálogos de memoria.

Y los repetía según veía la película por cuarta o quinta vez.

La magia era lo que me fascinaba del cine.
Si bien es cierto que la mayoría de las ocasiones
no lograba conectar
e incluso me irritaba sobremanera.

Esto me sucedía cuando la película era de baja calidad,
lo cual sucedía en la mayoría de las ocasiones.

Siempre recordaré cuando de adolescente iba al cine de la calle Echegarai en Madrid
a la sesión continua
en la que veías

varias películas por un precio módico

A mi siempre me gustó ir al cine sólo,
pues me irritaba sobre manera
tener que salir de mi sueño
para comentar tal o cual escena.

Es que no podian comprender

que yo no quería salir de la ficción
que no me interesaba lo que decían

que quería seguir
dentro de la pantalla
por siempre jamás.

 Kiko Cabanillas


















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