11 de julio de 2017

Bebida

El alcohol siempre fue parte de mi vida desde esos colocones con vino de pasa en el Pontenedra antiguo. O las escasas -por motivos económicos- copas de Gólope o Ecus.
Pero ya antes de llegar a Pontevedra lo había probado con mi amigo Félix en Madrid, con quien también fui introducido en el maravilloso mundo del hachís.

Pontevedra sin embargo sería mi despertar tanto al alcohol como al chocolate.

Después me iría al internado Monfort, donde la gente bebía sin mesura -y con mucho dinero. No sólo era hachís, sino también perico e incluso caballo.

Yo, que estaba en pleno proceso de adquirir vicios sanos y practicar deporte acabé sufriendo una depresión que me hizo abandonar el internado.
De todos modos recuerdo con especial Amor mis fines de semana en casa de mi primo Enrique, donde también se bebía pero de un modo absolutamente sano.

Estudié Perodismo. Y bebí cerveza e los terceros tiempos de Rugby y en las fiestas del colegio mayor. Pero también de un modo muy saludable.

Acabé las carrera...Mi padre me invitó en innumerables ocasiones a comer e hizo que me aficionase de por vida al aguardiente blanca...Y me casé.
Tuve entonces el accidente que todos conoceis. Y quedé con una minusvalía.

Aunque poco continué bebiendo: Sobre todo aguardiente.

Me preguntaría un Neurólogo un día: “Tú no bebes...¿verdad?”, dijo. “No -contesté- sólo agua”, contesté. “No eso nada”, replicó. “Agua-ardiete”, dije entre risas. “No, por dios eso es una barbaridad con la medicación que estás tomando”.

Pues barbaridad o no yo siempre he seguido tomando aguardiente. Y me sienta de maravilla.

Y ahora entramos en un capítulo a parte.
Ya han pasado veinte años de mi accidente y sólo tomo un relajante neurológico de noche.
Y escribo.

Pues bien para escribir necesito beber: Wiski, Aguardiente o cerveza.
Mi trago preferido es en el bar de Modesto, cuando los sábados por la mañana me sirve un vermú con ginebra, gasolina adecuada para ir a continuación a hacer el mercado.

Mi única limitación seria con la bebida es que tengo problemas de equilibrio, que se acrecientan con la bebida.

Y en resumidas cuentas con un par de copas parece que hubiese bebido diez.

Por lo demás todo son ventajas: Soy más simpático, creativo. Y cocino y como mejor.

Y ahora os dejo que me está esperando Modesto.

Para su eficiente cura neurológica.

                                        Kiko Cabanillas.





















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