Con una caña plegada, gorro de pesca y
un gran cesto, se me acercó ese pescador de río.
“¿Qué tal pesca tendré hoy?”
“No soy un adivino”. “No tengo ni
idea”.
“Pero si quieres te redacto un cuento
sobre el arte de pescar. O mejor te cuento mi experiencia al
respecto.
Pues bien,
Era yo un adolescente de clase
media-alta. Mi padre era funcionario del Ministerio de la Vivienda,
en Madrid.
Y compramos una maravillosa casa de
campo en Becerril de la Sierra, cerca de Navacerrada.
Nos cuidaba la casa cuando no estábamos
Hortensia, madre del “Lucio”, como malvadamente llamaban a
Antoñito en el pueblo, porque su cara afilada se asemejaba mucho a
la de un lucio.
El caso es que yo conseguí que me
aceptaran en la pandilla de Antonio.
E iba con ellos a pescar cachos,
salmones y ocasionalmente alguna trucha.
Lo que pescábamos parte lo comíamos y
parte lo vertíamos al estanque del “Lucio”.
Como cebo utilizábamos miga de pan y
lombrices, que cogíamos del suelo tras un laborioso proceso de
búsqueda. El cebo mágico era lombrices de la putrefacción, por lo
cual estábamos siempre atentos a perros muertos.
La verdad es que los Cachos estaban
riquísimos con una buena ensalada. Y la carpa al horno cuando caía
alguna.
Luego, años más tarde, ya viviendo en
Galicia, volví a la pesca de la trucha con José Luis, quien era el
chófer de mi padre. Conocí la pesca en el río. Y la perversa
inteligencia delas truchas, cuya pesca tiene mucho de enfrentamiento
psicológico.
También conocí la pesca de bajura
desde un barco, del que partí desde Portonovo.
Trabajo duro y constante. Como
compensación al llegar nos desplazábamos a un bar mariñeiro donde
bebíamos viño e aguardente y comíamos peixe a galega.
Y eso que yo salía a pescar en verano,
con buen tiempo y la mar en calma.
Y es anoche soñé que yo era patrón
en un barco mariñeiro.
Soñé que daba órdenes a diestro y
siniestro
Trataba bien a mis trabajadores
Pero...
Soñé que nadie me hacía caso.
Empapado de sudor me desperté y salí
de mi pesadilla.
Y pronto comprendí que el mar tiene
sus propias leyes. Y que ni en sueños permitiría que un novato sea
el patrón de un barco mariñeiro.
Avergonzado ya nunca volví a pescar en
bajura.
Y para siempre tengo un abismal respeto
por los trabajadores del mar.
Yo no fui sino un niños bien que quiso
tener una experiencia mundana (marítima)
Kiko Cabanillas.
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