2 de julio de 2017

-Pescando en Becerril-

Con una caña plegada, gorro de pesca y un gran cesto, se me acercó ese pescador de río.
“¿Qué tal pesca tendré hoy?”
“No soy un adivino”. “No tengo ni idea”.
“Pero si quieres te redacto un cuento sobre el arte de pescar. O mejor te cuento mi experiencia al respecto.

Pues bien,
Era yo un adolescente de clase media-alta. Mi padre era funcionario del Ministerio de la Vivienda, en Madrid.
Y compramos una maravillosa casa de campo en Becerril de la Sierra, cerca de Navacerrada.
Nos cuidaba la casa cuando no estábamos Hortensia, madre del “Lucio”, como malvadamente llamaban a Antoñito en el pueblo, porque su cara afilada se asemejaba mucho a la de un lucio.

El caso es que yo conseguí que me aceptaran en la pandilla de Antonio.

E iba con ellos a pescar cachos, salmones y ocasionalmente alguna trucha.

Lo que pescábamos parte lo comíamos y parte lo vertíamos al estanque del “Lucio”.
Como cebo utilizábamos miga de pan y lombrices, que cogíamos del suelo tras un laborioso proceso de búsqueda. El cebo mágico era lombrices de la putrefacción, por lo cual estábamos siempre atentos a perros muertos.

La verdad es que los Cachos estaban riquísimos con una buena ensalada. Y la carpa al horno cuando caía alguna.

Luego, años más tarde, ya viviendo en Galicia, volví a la pesca de la trucha con José Luis, quien era el chófer de mi padre. Conocí la pesca en el río. Y la perversa inteligencia delas truchas, cuya pesca tiene mucho de enfrentamiento psicológico.

También conocí la pesca de bajura desde un barco, del que partí desde Portonovo.
Trabajo duro y constante. Como compensación al llegar nos desplazábamos a un bar mariñeiro donde bebíamos viño e aguardente y comíamos peixe a galega.

Y eso que yo salía a pescar en verano, con buen tiempo y la mar en calma.

Y es anoche soñé que yo era patrón en un barco mariñeiro.
Soñé que daba órdenes a diestro y siniestro
Trataba bien a mis trabajadores
Pero...
Soñé que nadie me hacía caso.

Empapado de sudor me desperté y salí de mi pesadilla.
Y pronto comprendí que el mar tiene sus propias leyes. Y que ni en sueños permitiría que un novato sea el patrón de un barco mariñeiro.

Avergonzado ya nunca volví a pescar en bajura.
Y para siempre tengo un abismal respeto por los trabajadores del mar.

Yo no fui sino un niños bien que quiso tener una experiencia mundana (marítima)
                           Kiko Cabanillas.

















































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