5 de julio de 2017

Un deporte de bestias jugado por caballeros.

Y esta jornada de escritura el deporte ocupó mi mente y más concretamente el rugby y la escalada deportiva.
Yo comencé a jugar al Rugby en el COU, año previo a la universidad, en el colegio mayor San Pablo. Debido a mi sobrepeso jugué de pilier.
Casi todos los partidos se desarrollaban en el Cantarranas, campo universitario.

El espíritu de lucha es lo que destacaría de este deporte. Que es mucho más que un deporte.
Caballerosidad, respeto, fuerza física, resistencia. Y los maravillosos tercer tiempo: Los dos equipos comparten cervezas al final del partido.

Yo llegué a jugar con el tiempo en primera división universitaria, en el CAU, y ello unido a los entrenamientos me permitieron una fantástica forma física, que invertía también en practicar escalada deportiva.

Nuestro entrenador del CAU, Pichurri, era lanzador de peso.
Y ya con sus años -unos 60- se mantenía en forma gracias a los entrenamientos de rugby por la Casa de Campo.
El rugby es la más noble de las luchas.
Exige una forma física fantástica.
Yo, con la pérdida de peso, acabé jugando de segunda.

Las jornadas posteriores al partido de rugby, de descanso, servían para evaluar la gravedad de las lesiones, que rara vez pasaban de grandes contusiones. Y el alcohol parecía algo obligatorio en todo buen jugador de rugby.

Jugando al rugby haces buenos amigos: Como fue el caso de Manel, Gildo o incluso mi hermano Chemi. Pues compartes situaciones difíciles en las que el grupo resulta decisivo.

Veíamos además el tornero de las Cinco Naciones en la sala de televisión del colegio mayor.
Hasta tal punto usaba yo mi fuerza física en el rugby que el leonés Antero, viendo una serie en la que salía un negro forzudo al que llamaban MA, estalló en risas y dijo que yo era MB (Mala Bestia).

Y es además un deporte en el que juega cada partido el dios Eros.
No os podéis ni imaginar como se liga jugando al rugby.

Yo siempre tuve el problema de mis rodillas, que cuando las cargaba me producían derrames sinobiales, y tenían que extraerme líquido con una jeringa.

Lo único malo es que tenía que guardar un relativo reposo.

Y algo que a mi personalmente me cautivaba es lo bien que se comía después de jugar un partido de rugby. No por la comida que era la misma de siempre en el colegio mayor, sino por ese reposado apetito que traía consigo el deporte y la lucha.

Al acabar mis años universitarios acabó también el rugby.
Pero no siempre fue así porque de hecho mi amigo Manel, fantástico talona, se que ha continuado jugando y juega en la actualidad.

Y eso que el rugby exige una forma física fantástica.
Y de no tenerla no sólo resulta imposible sino que es humillante.
Deporte de bestias jugado por caballeros.
                                                                 Kiko Cabanillas.





























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