Y esta jornada de
escritura el deporte ocupó mi mente y más concretamente el rugby y
la escalada deportiva.
Yo comencé a
jugar al Rugby en el COU, año previo a la universidad, en el colegio
mayor San Pablo. Debido a mi sobrepeso jugué de pilier.
Casi todos los
partidos se desarrollaban en el Cantarranas, campo universitario.
El espíritu de
lucha es lo que destacaría de este deporte. Que es mucho más que un
deporte.
Caballerosidad,
respeto, fuerza física, resistencia. Y los maravillosos tercer
tiempo: Los dos equipos comparten cervezas al final del partido.
Yo llegué a jugar
con el tiempo en primera división universitaria, en el CAU, y ello
unido a los entrenamientos me permitieron una fantástica forma
física, que invertía también en practicar escalada deportiva.
Nuestro entrenador
del CAU, Pichurri, era lanzador de peso.
Y ya con sus años
-unos 60- se mantenía en forma gracias a los entrenamientos de rugby
por la Casa de Campo.
El rugby es la más
noble de las luchas.
Exige una forma
física fantástica.
Yo, con la pérdida
de peso, acabé jugando de segunda.
Las jornadas
posteriores al partido de rugby, de descanso, servían para evaluar
la gravedad de las lesiones, que rara vez pasaban de grandes
contusiones. Y el alcohol parecía algo obligatorio en todo buen
jugador de rugby.
Jugando al rugby
haces buenos amigos: Como fue el caso de Manel, Gildo o incluso mi
hermano Chemi. Pues compartes situaciones difíciles en las que el
grupo resulta decisivo.
Veíamos además
el tornero de las Cinco Naciones en la sala de televisión del
colegio mayor.
Hasta tal punto
usaba yo mi fuerza física en el rugby que el leonés Antero, viendo
una serie en la que salía un negro forzudo al que llamaban MA,
estalló en risas y dijo que yo era MB (Mala Bestia).
Y es además un
deporte en el que juega cada partido el dios Eros.
No os podéis ni
imaginar como se liga jugando al rugby.
Yo siempre tuve el
problema de mis rodillas, que cuando las cargaba me producían
derrames sinobiales, y tenían que extraerme líquido con una
jeringa.
Lo único malo es
que tenía que guardar un relativo reposo.
Y algo que a mi
personalmente me cautivaba es lo bien que se comía después de jugar
un partido de rugby. No por la comida que era la misma de siempre en
el colegio mayor, sino por ese reposado apetito que traía consigo el
deporte y la lucha.
Al acabar mis años
universitarios acabó también el rugby.
Pero no siempre
fue así porque de hecho mi amigo Manel, fantástico talona, se que
ha continuado jugando y juega en la actualidad.
Y eso que el rugby
exige una forma física fantástica.
Y de no tenerla no
sólo resulta imposible sino que es humillante.
Deporte de bestias
jugado por caballeros.
Kiko Cabanillas.
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