22 de diciembre de 2015

-Vuelta al siglo XIX en El tren-

                    Me marchaba a Madrid por Navidades, así es que tomé el tren a las 15.30 en la estación                                             de A Coruña.
El vagón iba medianamente lleno, sobre todo de familias con padres de mediana edad. Había también alguna mujer mayor, muy bien acicalada. Y también un caballero que se negaba a apagar la pipa desoyendo las órdenes de su mujer.
“¿Verdad que aquí no se puede fumar?”, le preguntó la señora al revisor.
“No, no se puede, apague la pipa por favor”, contestó la autoridad.
Iba asimismo un grupo de jovencitas a cual más mona.

Entonces fue cuando llegamos a un tunel.
El tren se introdujo en el mismo...

Y al salir. No lo podía creer: Mis compañeros de vagón habían sufrido una total metamorfosis: Insinuados corsés. Las señoras peinadas con el pelo recogido en moños altos con grandes volúmenes. Féminas con una palidez natural. Acicaladas como cupletistas. Algún que otro “abrigo de ópera”. Faldas dejando al descubierto los tobillos.
Y allá en el fondo estaba “la vampiresa” de labios rojos, vaselina en los párpados y sombras oscuras.
Las espaldas tenían un punto erótico con sus grandes escotes.
Aunque muchas vestían desenfadadamente con blusa y falda.

Desde que salimos del tunel todoas/as se fijaron en mi con mucha extrañeza.
Pero no se atrevían a dirigirme la palabra.
Mis Nike deportivas y mi sudadera eran para ellos como ropa de marciano.
Pronto las oí hablar: En español, pero utilizando unos giros y palabras como de otra época. Que tontería eran de otra época.
El señor de magníficos bigotes iba leyendo un periódico: "El Debate", con un formato completamente obsoleto, anticuado e incómodo.

Y en esto llegamos a otro tunel. Nos sumergimos en él.
Y al salir...

Todo volvía a ser normal: Siglo XXI.
Deportivas, sudaderas, cazadoras, gritos y bocatas. En fin.
Llegué a mi destino y se lo conté a mi mujer, quien obviamente no me creyó, “No debes leer y escribir tanto”, me espetó. Desde ese día siento una pasión desenfrenada por los túneles.                 por kikovacanillas

18 de diciembre de 2015

-Teclado “surf”-

                                                No tenía ningún sentido lo que me proponía.
Era una idea esquizoide y más teniendo en cuenta que llevaba una semana sin salir, sólo viendo a la chica de la limpieza. La cual me decía: Kiko, debes salir a la calle. Te vas a volver loco entre tanto libro y ordenador.
Y así ocurrió.
Me volví loco.
La idea nació del supuesto de que todo se puede lograr mediante la escritura: Crear mundos artificiales, que no carecen de consistencia.
Así pues me propuse volar con el teclado.
Primero daría una vuelta por el barrio, montado en el teclado como si fuera una tabla de “surf”. Y luego iría al paseo marítimo.
De vuelta a mi barrio seguiría al autobús 12 por Ronda de Nelle, hasta Ecos do Sur. Pero no bajaría por no darles el susto de su vida.
Todo estaba claro. Entonces a las 7.30, justo antes de que viniese María -la doméstica-, me abrigué y abrí la puerta de la terraza. Puse el teclado en el suelo y me subí encima. Nada...
Pensé que sin mi ayuda mi nueva tabla de “surf” no se activaría.
Entonces fue cuando cogí el objeto y me abracé al mismo.
Salí a la terraza y me alcé sobre la barandilla. Todo esto sin soltar el teclado ni por un momento.

Lo demás ya se sabe: “Estaba claramente desequilibrado desde que tuvo ese terrible accidente de coche que le dejó minusválido”.

Ahora bien yo le diría a mis detractores: ¿Cómo fui capaz de escribir lo que escribo ahora?.

Es más, podría describir sin ningún tipo de dudas la sensación que experimenté al volar con mi teclado.
Y es que, queridos amigos, ciertamente la imaginación es ese teclado. Y nada. Ni la muerte la puede detener.

17 de diciembre de 2015

-Gora Eta_

Me dirigía en tren desde A Coruña a Santiago. Sentado y leyendo un libro de Josep Pla (“Cuaderno Gris”) vi como una pareja de policías nacionales iba revisando el compartimento, fijándose en cada uno de los pasajeros.
Y en esto llegaron a mí...
“Gora ETA”, les dije sin saber por qué.
“Su DNI por favor”, me contestó con gran educación y cortesía.
“Gora ETA”, repetí.
“Por favor acompáñenos”, dijo el mayor de los dos, al tiempo que me cogió por el brazo izquierdo.
Una vez me levanté (o me levantaron, diría yo) ambos policías me condujeron a la puerta de salida del tren y me dijeron: Tendrá que acompañarnos a la comisaría. No podrá viajar en este tren.
“Gora ETA”.
Ya sentado ante una mesa de fornica y flanqueado por los dos policías...
“Gora ETA”.
“¿Es usted abertzale?”, preguntó el más joven
“Lo que es: Gilipollas. Y no sabe que hay cosas con las que no se juega. Todos los policías de cierta edad hemos perdido a compañeros a manos de los terroristas”, sentenció el más maduro.
“Y te hago saber que si vuelves a decir eso te calzo una ostia”, añadió.
“Gora ETA”. Y ostia.
Sangrando por la boca, traté de cavilar qué es lo que me había pasado.
Yo nunca había sido proetarra ni jamás había tenido contacto con ellos.
Entonces cuál era el motivo de mi obsesiva frase. Y más ante las principales víctimas...
Y cuando eran ya una docena de golpes los que sufrí: “¡Soy un enfermo!. Estoy a tratamiento psiquiátrico. Y ello explica mi comportamiento”.
“¿Puede facilitarnos el teléfono de su psiquiatra?”.
“Claro. Llamen al Hospital Xeral de Santiago y pregunten por el doctor José Manuel Cornes Iglesias..Soy su paciente”.
Yo no era paciente del doctor Cornes, pero sabía con seguridad que él me ayudaría.

Así es que llamaron y tras hablar con Jose Manuel me dijeron que podía irme a casa. Y que procurase no volver a dirigirse a un agente en esos términos.
Yo me fui a casa. Y al día siguiente llamé al doctor Cornes, quien me dijo que sospechaba algo así y que por eso les dijo a los policías que yo era un neurótico compulsivo.
“Aún así deberíamos analizar tu comportamiento. Y por qué te dirigiste a agentes en esos términos tan ofensivos. ¿Habías bebido o consumido alguna droga?” “No, de veras.”

16 de diciembre de 2015

-Arde la cocina-

Vino mi hija Julia a pasar unos días desde Madrid, donde vive; a casa: en A Coruña, donde vivo yo.
Como yo iba a pasar el día fuera le dejé instrucciones para cocinar sin problemas. ¡Acuérdate siempre de apagar la vitro!-
El caso es que Julia se dispuso a cocinar, sobre las dos, unos espaguetis.
Todo fue bien hasta que acabó. Y...
¡No, se había dejado un fuego encendido!
Con tan mala suerte que estaba sobre el hornillo un trapo, que no tardó en prender.
El fuego actuó sobre la campana extractora. Y cuando Julia se dio cuenta ya estaba declarado un incendio
Desesperada Julia intentó apagarlo, pero al ver que no era posible trató de llamar a mi mujer por teléfono: No contestaba.
Entonces volvió a entrar a la cocina, pero el espeso humo hizo que desistiese de la tarea de apagar el fuego. Y no sabía el número de los bomberos.
Tras inhalar humo de nuevo calló inconsciente a la puerta de la cocina.
En ese momento Jose, el portero, había subido alarmado por un vecino. Y pudo rescatar a Julia, que fue trasladada al hospital Materno-Infantil.
Julia se recupera sin problemas, pero el piso duplex...

Así pues, Julia si no quieres que ocurra una desgracia acuérdate de apagar bien los fuegos.
Y por favor ten siempre a mano el teléfono de los bomberos y el del hospital.

Mi imaginación es sin duda excesiva, pero así conjuro que nada pueda pasar.
Porque no va a ocurrir lo que yo he escrito horas antes.
¡Destino yo te reto!.

15 de diciembre de 2015

-El hombre mono

Estaba yo ese martes en la plaza de Pontevedra de A Coruña esperando el bus 14, cuando de repente lo vi venir al lado del banco: Andaba como muy suelto, iba sin afeitar. Y sus orejas estaban claramente en exceso separadas de su cara.
Según avanzaba hacia mi, su bamboleo incrementaba. Los brazos acompasaban el ritmo de las caderas. Y su mirar era adusto y juguetón.
Según se acercaba a mi se fue deshaciendo de su ropa. Primero la americana, que arrojó hacia los coches. Luego la corbata, la camisa...Y a trotes, los pantalones.
Yo no veía la reacción de la gente pues sólo me fijaba en lo que a todas luces era un simio.
Cuando estuvo a mi lado exclamó: “Ta,ta,ta..”, que claramente era: “Plátano”.
Y yo sentí de veras no tener esta fruta para dársela.
Pero si quieres comer algo te invito en ese bar.
A lo que me contestó: “Uggh...”. Que claramente quería decir: “Sí, gracias”.
Entonces entramos al bar, sin que la apariencia de mi simiesco amigo llamase la atención en absoluto. “Una caña y un batido de plátano”, “¿Sería posible?”, pregunté
“Ahora mismo”, respondió el “waiter”.
Tomó el batido de un trago. Y me indicó con gestos si podía tomar otro.
“Por favor otro batido. Y que sea doble”.
Acabada la bebida salimos del bar y con su “Uhhhh, uhhh...”, se despidió.

Ciertamente mi imaginación no tenía límite: Todo fue porque mientras estaba en la parada del 14 se me acercó un sujeto que tenía cara y apariencia de simio: Y al aproximarse a mi me espetó: “Acaso tengo monos en la cara para que me mire usted así y se ría de ese modo”.

Sin duda tiene usted mucho de mono, pero no sólo en la cara.
Y con éste era ya el cuarto día que tuve que ir a ver a mi médico Pablo Vaamonde para que me diese puntos de sutura en las heridas infringidas por tan insensibles sujetos. 
                                                   por kikovacanillas

14 de diciembre de 2015

-Arrojado al Nirvana-

           Me estaba desplazando en tren desde A Coruña a Madrid para pasar la Navidad con mis hijos. Recuerdo perfectamente que iba leyendo -releyendo obsesivamente- un libro de la Promoción Poética de los Cincuenta.
Entonces el revisor comenzó a gritar: “Le he dicho que se levante inmediatamente”. Y comenzó a pegarle a un pasajero.
¡Va a bajarse del tren inmediatamente!, le espetó.
“Si le juro que tenía billete, pero no sé donde lo he metido!.

En ese momento, sin poder evitarlo me levanté y le dije al revisor: “Cójale los datos de su DNI y al llegar a Chanmartín comprobará si miente delante de la policía”.
“Tú para que coño te metes dijo el revisor al tiempo que sacaba un revolver de debajo del jersey”.
“Tranquilícese”, le rogé.

“Bueno pues ya son dos los que se bajarán del tren en macha: Uno por tratar de viajar si billete y otro por listo”, destacó el encargado.

Y en ese momento, ante el estupor de los demás usuarios me descerrajó un tiro en una pierna.

“Andando a la puerta”, señaló.

El pasajero que viajaba sin billete y yo nos dirigimos a empujones a la puerta de salida, la cual abrió el revisor. Comenzaba a anochecer.
“Tú por tratar de viajar gratis: A la puta calle”, dijo al tiempo que empujaba al susodicho.
Estupefacto me quedé al comprobar como se empotraba contra un poste.
“Y ahora el listo samaritano”, dijo al tiempo que me asía por un brazo y me empujaba al vacío.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx RIP.

Y sin mediar dolor alguno me vi rodeado de gente con heridas de gran consideración.
“¿Dónde estamos?, le pregunté a mi compañero”.
“¡Otro que no creía en el más allá!. Pues sí existe el más allá. Y estamos en el Nirvana. Aquí todos son muertos en la Tierra”.
¿Existe un Dios que nos juzgará?, pregunté.
“No, Dios es una creación del hombre, de ahí su antropocentrismo. Pero existe el Eterno en el cual tu mismo te juzgarás: Si te has comportado mal cargarás con tu arrepentimiento eternamente: Ese será tu infierno”, sentenció mi vecino.

11 de diciembre de 2015

-La eterna caída-

Todo amanecía con absoluta normalidad ese martes 15 de diciembre. Me desperté a las siete -tras sonar el despertador- y encendí el ordenador. Desayuné café y galletas de fibra y me dispuse a leer la prensa por Internet. Lo cierto es que ya había notado cierto desvanecimiento pero lo ignoré.
Así pues salí a la calle a tiempo para mi clase de “Ciencia para los Ciudadanos” en la Senior.
Pero justo cuando iba a subir por las escaleras de la universidad para mayores, el mareo se repitió pero mucho más fuerte, hasta tal punto que, aunque agarrado del pasamanos, caí desvanecido.
En un principio, yo aún consciente, los demás alumnos no me hicieron caso alguno. Hasta que yo, con voz muy debilitada dije: ¡Socorro!.
Entonces se acercó un compañero de clase y me preguntó si quería que avisase a una ambulancia. “Sí, por favor”, le contesté.
Al cabo de veinte minutos llegó la ambulancia justo en el momento en que yo parecía recuperarme.
Aún así le pedí que me llevase al hospital “Chuac” y así lo hizo.
Cuando llegamos fue a la entrada de Urgencias y allí me dejó. Yo salí por mi propio pie, pero al andar veinte o treinta metros volví a caer muy mareado.
Estaba en el pasillo de entrada, medianamente consciente. Lo suficiente para observar como los médicos y pacientes me ignoraban por completo.
“Auxilio”, exclamé.
Un grupo de médicos que entraban en ese momento en el servicio de Urgencias alzó las piernas para pasar donde estaba yo caído sin detener la marcha.
Y así permanecí tendido durante una hora aproximadamente...

“Es muy habitual que tengas estas pesadillas. Todos los minusválidos las soléis tener. Son fobias y miedos irracionales que se somatizan en pesadillas y alteraciones de la conducta. Si quieres probamos si es posible mejorar con psicofármacos, pero yo soy contrario a ellos en casos como el tuyo".
Gracias Pablo, sobreviviré. 

10 de diciembre de 2015

-Venganza-

Me hicieron borrar dos relatos de “Tustextos.com” porque se reconocían los personajes. Y no querían publicidad que pudiera atentar contra su intimidad y/o causarles problemas.
Estaba yo sumamente irritado contra lo que yo calificaría de un atentado a la Poesía. Además soy periodista: Y dónde queda la libertad de expresión. En fin, baje a tomarme una cerveza y a invocar a tres de mis preferidos personajes: Lois Pereiro, Leopoldo María Panero y Reynaldo Arenas.
Así pues cuando subí a casa estaban los tres enfrascados en una violenta discusión sobre “El malditismo de Rimbaud”.
Cuando yo llegué no me hicieron caso excepto Lois quien me pidió una cuchara...
No tardé en comprender para que necesitaba la cuchara: Colocó sobre ella el “caballo” y lo preparó aplicándole fuego con un mechero.
Entonces tomó la palabra Panero y me dijo: No te preocupes porque hayan castrado tu creatividad: La Poesía siempre fluye. Y se manifestará de algún modo.
Fue en ese momento, en el que estaba a solas con L.Pereiro cuando oí fuertes quejidos provenientes de mi cuarto. Y al entrar en él: Reynaldo estaba sodomizando a Panero.
Los dejé hacer, pero yo quería una tertulia literaria y ésta se hacía imposible por imposibilidad de aplicar un mínimo de disciplina.
Una vez hubo terminado con Panero, Reynaldo anunció que había quedado con Jose para tomar unas cañas, el portero, y que se tenía que ir. “Pero si es hetero”, anuncié yo. “Nunca se sabe”, replicó. Así es que el escritor cubano fue a despedirse de los demás, que en ese momento estaban haciendo una tarta de hachís en la cocina, mientras vaciaban “el aguardiente blanca del policía”.
Al tiempo que engullían sus inmensas porciones de tarta, Lois y Panero recitaron poesía: Entre otros Pessoa, Rimbaud, José Hierro...
Yo me limité a limpiar todo. Y aún así no me arrepentí de haber conjurado a los tres personajes -fallecidos ya- a compartir su preciado tiempo y Poesía conmigo.
Dijeron que volverían cuando me hiciesen falta.

4 de diciembre de 2015

-Mis dos muertos que me acompañan-

Volvía yo del bar de Modesto de tomarme un vermú y un pincho de tortilla, cuando al subir al           ascensor...
Lo reconocí en seguida.
Pero Leopoldo tú no estabas muerto.
“Y así es”, me respondió. “Madrid 1948- Gran Canaria 2014”.
“Hijo de Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc”, señaló.
-“Eres y serás siempre un “maldito de Rimbaud””, destaqué, sin extrañarme el hecho de que estaba hablando con un muerto.
“Sí pero fui nombrado clásico por la editorial Cátedra”, observó el maldito.
Dime Leopoldo -¿Qué opinas de la nueva derecha de Rivera y de Alberto Garzón, de IU?.
“Yo siempre fui de la izquierda radical, por eso mi voto,caso de estar vivo, sería para Garzón. Rivera es un fascista yogurín al que deseo que violen en el metro”.
Sabes Leopoldo que soy periodista, así que permíteme unas preguntas: -Elige tres palabras que resuman tu obra.
“Autocontemplación, Destrucción y Disgregación de la conciencia”, respondió.
-Leopoldo resúmeme tu experiencia en los psiquiátricos..
En los años setenta comenzé a tener problemas mentales. En los ochenta ingresé en el psiquiátrico de Mondragón. Y finalmente hasta mi muerte en el de Las Palmas de Gran Canarias
-Dime tres obras que definan tu trayectoria literaria...
“Por el camino de Swan” (1968), “Poesía 70-95” y “Danza de la muerte” (2004).
Bien Leopoldo, antes de que te vayas, -¿Me podrías hacer un favor?.
-Claro.
-Conéctame con Angel González.
-”Te está esperando en casa”, dijo Leopoldo, quien se fue al igual que había venido.

“Hola soy Ángel González (Oviedo 1925-Madrid 2008).
-Creo que estuviste muy unido a tu padre...
Si la muerte de mi padre marcó mucho tanto mi obra como mi vida.
-Tu familia está marcada por el drama, porque también perdiste un hermano a manos de un falangista...
Así es. Pero hablemos de otra cosa. Mis influencias por ejemplo.
-Bien, ¿cuáles son tus influencias en cada etapa de tu obra?.
Mi primera etapa, cuando apenas era un corrector de estilo, ya estaba marcada por Barral, Gil de Biedma y J.A.Goytisolo.
-Sí pero también por Hortelano, Celaya y Caballero Bonald...
Sí y ahí nació “Sin esperanza, con convencimiento”
-A partir de entonces serás incluído en la Promoción Poética de los 50. Y comenzarán tus charlas en la universidad de México.
-Dime, ¿Te gusta la obra de Leopoldo María Panero?.
Es un dios. Y como tal tiene sus destemplanzas.
Por cierto, señaló, “¿De quién son esos dos cuadros maravillosos que están sobre mí?”.
De Vidal Souto, señalé. Y cuando acababa de pronunciar el nombre Ángel González desapareció.  por kikovacanillas

3 de diciembre de 2015

-”Mismidad” en puente-

Este puente lo iniciaré con un desayuno con galletas de fibra y bizcocho. Leeré en Internet la prensa (La Voz de Galicia, El País, La Opinión y El Mundo) y acto seguido recibiré a Ana: Mi profesora de Gallego, quien me traerá libros en la lengua de Rosalía, sólo el sábado.

Según acabo mis clases, sobre las 12.00 horas, me dirijo al gimnasio, donde hago pesas y bicicleta hasta la una aprox..Luego me dirijo a casa -pasando si es necesario por el ultramarinos- y cocino algo sencillo: Pasta o verdura. Como y reposo viendo los telediarios (La cuatro, Telecinco, La Gallega y La Uno).

Por la tarde suelo ir al cine, aunque echando mucho de menos las pelis en Versión Original de Madrid. Si no hay nada bueno me doy un paseo largo.
Por la tarde escribo.
Y sueño...
Hablo con Kiko: Mismidad. Comunión espiritual.

Dedico también una hora a hablar por teléfono con gente querida: Mis primos, mi padre y mis hermanos.

Además estoy esperando la llamada de Keka que me ha prometido una cena cuando nos veamos. Bueno la he obligado. Vive en Madrid, pero es gallega.

También es posible que algún día del puente me vaya a Santiago a ver a mi padre e incluso es posible que me quede a dormir.

Desde que estoy separado adoro mi intimidad y mi soledad. Hay realmente poca gente que eche de menos. Soy un cocón asocial. Ya lo era, pero es que soy simpático y suelo quedar bien. Pero eso ya poco importa.

Me olvidaba de mis conversaciones con José: El portero; y con Modesto, el propietario del bar del barrio con la mejor tortilla de A Coruña.

Este será mi puente de diciembre, fecha próxima a la desmesura navideña, que aborrezco hasta la médula. En fin...Os invito a que cada uno de vosotros sea su propio invitado este puente y que os améis intensamente, pues el amor del prójimo no siempre es factible. Y es claramente mejorable -con el propio-.

2 de diciembre de 2015

-Fernando...¿Dónde estás?-

                  Lo conocí como alumno de español en las clases que damos en la ONG Ecos do Sur.
Portugués.
Pronto supe por Alfredo que era seropositivo y alcohólico.
Después de clase se sentaba en la ONG a pedir dinero para una copa de coñac.
Estaba viviendo en un piso de ayuda al Sida, pero lo echaron. Con lo cual acabó en la calle.
Con la ayuda de la ONG, y sobretodo de Alfredo, conseguimos que lo admitiesen en un refugio, donde duró poco por mal comportamiento. Llegaría borracho.
La última ve que lo vi estaba durmiendo en un cajero 4-B.
Un día que lo acompañé al comité Antisida, me fue contando su vida: Tuvo un amor: Toxicómana como él, que se le murió de Sida. “Ya no me queda ni un amigo”, me decía Fernando -que ya rondaba los 54 años-. Pasó por la cárcel. “Ese refugio era como una cárcel, se quejaba del centro de Amancio Ortega del que lo echaron.
Y es que los “sintecho” lo último que aguantan son los horarios y la disciplina.
No se someten. La libertad es de lo poco que le queda,
Pero el caso es que hace ya más de un me que no veo a Fernando por la calle, desde que lo vi en su hotel 4-B. Ha desaparecido.
Y para colmo coincidiendo con unas noches de un frío atroz.
¿Muerto?.
No, no creo. Fernando es inmortal. Ha sobrevivido al Sida y al alcohol. Al hambre y a la sed. A las palizas que le daban en la calle, “Mira como me ha puesto la cara un moro cabrón”, me dijo una vez que llegaba a clases de español sangrando y magullado.
Una vez quiso acompañarme a casa y no lo dejé. Mantengo a mi familia y mi hogar al margen de la gente que conozco en la ONG.
Pero lo que sin duda tendrá todavía -o eso espero- es el libro de Neruda que le regalé para hacer más llevadera la noche.
O igual lo ha vendido para pagarse un trago. Yo es lo que haría.

1 de diciembre de 2015

-Navidades con Santi en Madrid-

Es un egocéntrico: Le doy gusanitos para los peces del lago del Retiro.
                                  Les entrega dos y se come ocho.
Bueno, por fín. El día 21 de diciembre me cojo el tren A Coruña-Madrid y me voy a un hotel cerca de la casa de mi ex-familia política. “Promoción Poética de los Cincuenta” en la bolsa y alguna novela, que luego serán tres libros de poesía y dos de narrativa. Y eso que mi suegro y su familia siempre me regalan libros en Navidad, porque saben que así no fallan.

Veré a mi hija Julia que empezó a estudiar Derecho y está muy autónoma y disfrutando mucho del piso que tiene con unas amigas

Las fiestas navideñas siempre me han deprimido enormemente. Quizás por provenir de una familia desestructurada: Padres separados, con el tiempo.
A mi es que me jode eso de tener que ser feliz en unas fechas concretas.
Recuerdo con ternura unas Navidades que me pasé en la Puerta del Sol bebiendo con unos quintos andaluces.

Yo en Navidad me dediqué a viajar: Estuve en Alemania con mi novia brasileña. Con la que aprendí palabras guarras en portugués.

Luego pretendo ver en Madrid a Keka, antigua compañera de mi ONG Ecos do Sur, a quien me declaré como veinte o treinta veces.
Acaba de tener un hijo. Y me ha dicho que a ella también le apetece verme.

Aunque sea para hablar de pañales iré encantado. El restaurante: “Méjico Lindo” donde procuraré actuar sobre su lívido dándole cientos de margaritas.
Ahora en serio es un encanto y me apetece mucho verla.

Como siempre que voy a Madrid veré a mi primo-hermano Kikón -profe de Derecho-, al que le propuse emborrachar a mi hija Julia para hacerla hablar de Madrid: Carrera, amigos, novios, música, teatros, museos...”Pobrecita”, dijo.
Y también veré a su mujer: mi novia: Vicky y a su hija magistrado: Amaya.

El tren me gusta mucho, aunque era mejor cuando viajaba en segunda con una empanada de vieiras.

A Enrique (Kikón) le llevaré algo de comer: Marisco, y vino. Si no no me deja pasar.

Lo que más me cuesta es tener que compartir mi existencia con seres ajenos a mi: ex-familia política, debido a que si ya lo era, ahora mucho más: Asocial, aunque no se me note, porque soy de natural simpático. En fín...
Y, como siempre, diré que lo que más me duele de la capital es ver a tanto inmigrante mendigando vestido de Papá Noel. Ellos lo han comprendido todo: “Businees Cristmas”.