11 de diciembre de 2015

-La eterna caída-

Todo amanecía con absoluta normalidad ese martes 15 de diciembre. Me desperté a las siete -tras sonar el despertador- y encendí el ordenador. Desayuné café y galletas de fibra y me dispuse a leer la prensa por Internet. Lo cierto es que ya había notado cierto desvanecimiento pero lo ignoré.
Así pues salí a la calle a tiempo para mi clase de “Ciencia para los Ciudadanos” en la Senior.
Pero justo cuando iba a subir por las escaleras de la universidad para mayores, el mareo se repitió pero mucho más fuerte, hasta tal punto que, aunque agarrado del pasamanos, caí desvanecido.
En un principio, yo aún consciente, los demás alumnos no me hicieron caso alguno. Hasta que yo, con voz muy debilitada dije: ¡Socorro!.
Entonces se acercó un compañero de clase y me preguntó si quería que avisase a una ambulancia. “Sí, por favor”, le contesté.
Al cabo de veinte minutos llegó la ambulancia justo en el momento en que yo parecía recuperarme.
Aún así le pedí que me llevase al hospital “Chuac” y así lo hizo.
Cuando llegamos fue a la entrada de Urgencias y allí me dejó. Yo salí por mi propio pie, pero al andar veinte o treinta metros volví a caer muy mareado.
Estaba en el pasillo de entrada, medianamente consciente. Lo suficiente para observar como los médicos y pacientes me ignoraban por completo.
“Auxilio”, exclamé.
Un grupo de médicos que entraban en ese momento en el servicio de Urgencias alzó las piernas para pasar donde estaba yo caído sin detener la marcha.
Y así permanecí tendido durante una hora aproximadamente...

“Es muy habitual que tengas estas pesadillas. Todos los minusválidos las soléis tener. Son fobias y miedos irracionales que se somatizan en pesadillas y alteraciones de la conducta. Si quieres probamos si es posible mejorar con psicofármacos, pero yo soy contrario a ellos en casos como el tuyo".
Gracias Pablo, sobreviviré. 

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