30 de julio de 2017

Y ella no me sentía....

Eva: La conocí en el COGAMI: Centro gallego para minusválidos.
Pronto nos hacíamos uña y carne.
Ella padecía una paraplejia que la mantenía en silla de ruedas.
Yo tan sólo dificultades en la marcha debido a un TCE sufrido hace ya veinte años.
Yo, bastón. Ella silla de ruedas.

A Eva le gustaba el flamenco, que yo adoro. Y la poesía, que es mi vida.
Ese día quedamos en que yo la iría a buscar a su casa. Tenía el ascensor adaptado para su silla.
Para las escaleras del portal tuve que desmontarla de su silla y luego volverla a subir.

Operación que repetimos al llegar a mi casa. Un taxi adaptado nos llevó hasta allí.

Ya en casa cocinamos. Yo había hecho previamente la compra: Una merluza maravillosa y zamburiñas.

Mi trabajo con los discapacitados -como yo- había comenzado años antes; gracias a María, a quien conocí trabajando de voluntario con la ONG “Aire” para un envío de ropa a los campos de refugiados para Grecia.

Seguimos quedando Eva y yo. Hasta que un día en mi casa ella me propuso mantener relaciones sexuales. Me explicó: Te practicaré una felación sin problemas y luego me tumbas en la cama y me penetras. Siento darte instrucciones, pero es imprescindible.

Fue un éxito.
A partir de ese día numerosos fueron los días en que yo iba a buscarla a COGAMI y de ahí nos trasladábamos a mi casa.

Pero cuando realmente me enamoré de ella fue cuando un médico me dijo que sin lugar a dudas ella no sentía nada manteniendo relaciones sexuales conmigo.

Mi próxima meta es dejarla embarazada y si ello no fuera posible adoptar un hijo para que consolide nuestro amor.

Ella amaba a otro hombre: Miguel  Poveda. Era su dios. Y el mío Camarón de la Isla.

                        Kiko Cabanillas.

27 de julio de 2017

“Re-estreno”: Segunda mano.

He descubierto la que será sin duda a partir de ahora mi tienda de ropa.
La Institución Padre Rubinos ubicada en la coruñesa Labañou recoge ropa vieja y la recicla para los menesterosos. Y la que está mejor la revende en “Re-estreno”: Tienda ubicada en el Refugio.
El caso es que me acabo de comprar una cazadora de pana, un anorak, una camisa, un pantalón y un cinturón por veintiséis euros.
La cazadora es de las que usaban los “sociatas” hace años. Me dijo la vendedora: “Ahora pareces rojo”. Y le contesté: “Estupendo, es que lo soy”. “Pues por eso”, replicó
Llegué a casa le di una lavada en lavadora y ya está lista para usar.
Es realmente increíble la ropa que tira la gente al contenedor.
También es estupendo que tengan mi talla 54, XXL, etc... Soy un peso pesado.
La tienda está atendida por Blanca, a quien me encuentro habitualmente en reuniones de ONGs.
Empática y guapa.
Ya es la segunda vez que compro ropa para mi. Si bien empecé por comprar fulares para mi hija Julia, nuevos y a un precio irrisorio: 3 euros.
                                                     Kiko Cabanillas.


25 de julio de 2017

Carta a una ex separada.

Agustín Fernández Mallo me advertía que es muy duro pasar otro otoño sin una mujer.
Hace ya más de dos años...
Pero Eva salvó mi vida monacal.
Trabaja en la misma ONG, en la que yo soy voluntario.

Ama la literatura sin llegar a los límites enfermizos en los que yo me muevo al respecto.
Me hizo recordar lo bien que oléis las mujeres.
Mi duplex cobró vida.

Al segundo día ya se quedó a dormir.
Le llevo veinticinco años.
Pero preparo los mejores desayunos.

Muchos días se queda a comer
para lo cual voy al mercado de San Agustín a comprar marisco y pescado blanco.
Eva trabaja en Madrid, pero pasa largas temporadas en A Coruña.

Pero Ana, querida Ana, tenéis algo en común:
Lunares en los mismos recónditos lugares.

Tú me amaste y ella me ama.

23 de julio de 2017

Cafetera...

Son las cinco de la mañana. Me despierto.
Anoche me dormí a las diez, después de releer “Ya nadie se llamará como yo”, de Agustín Fernández Mayo.

El libro reposa de mi lectura compulsiva
a la vera de mi cama.

Preparo la cafetera -café, agua- y enciendo la vitro. Saco una taza, azúcar y una cucharita. Y galletas.

Espero.

Pienso en Agustín...Poesía Contemporánea. Muy nueva. Ningún poeta español se me parece a él. Sí extranjeros.

“La tierra baldía”, de T. S. Eliot; invade mi mente pensando en A. F. Mayo.

“Cómo tarda el puto café”.

Desesperado ante la tardanza cojo un yogur de la NEVERA y me lo aspiro -más que comer-

“Grooo...Grooo...Grooo”. El café va a salir.

Pienso en mi libro “Underwood”, que ya está en imprenta.

Mandé el texto.Y ahora qué. Pues descanso. Mi blog literario, Tustextos.com y Mundo Poesía. Podré leer más. Voy a libro diario. Imparable.

"Piiiii, Piiiiii, Piiii..."

Tengo que regular mis horarios.
Pero se que no lo haré. Escribo tan en paz a estas intempestivas horas.
                                                      Kiko Cabanillas.


16 de julio de 2017

"El fin de vida ante el robo de un cuadro".

Ayer me llamó mi padre y me preguntó si seguía interesado en ir a ver a su hermano Evaristo...La dije que sí a a su casa me dirigí.
Para iniciar la charla con Evaristo -quien padece demencia senil- le pregunté por el autor de un cuadro. Y se levantó muy nervioso para decirle a la doméstica Carmen que le quería robar los cuadros.
Comió los pasteles que le llevé con apetito. Y una vez finalizados éstos inició un imparable deambular que interrumpía frente a la puerta que abría para salir al exterior en pijama. Carmen se lo impedía.
Tenía tremendos fallos de memoria: Creía que su nuera se llama María José, cuando en realidad es Silvia. Tras una de estas improntas compulsivas reposa en el sillón, echando mano del teléfono y de la agenda, indistintamente y sin objetivo alguno.
Me dijo Carmen que el otro día tuvo que ir a buscarlo al portal a las 5,30 horas.
Para mas inri su mujer está internada por padecer una fase avanzada de Alzheimer.
Y él sin más parece que se ha rendido también.
Kiko Vacanillas.

15 de julio de 2017

Ya de todo hace treinta años.

Mi noviazgo con Ana: Marruecos cabaña bereber.
Partidos de rugby en el Cantarranas.
Estudios de periodismo en el madrileño colegio mayor San Pablo.

Viajes por la India y Turquía.
Contacto con los misioneros colombianos.
Pontevedra ciudad sin ley: Porros y vino de pasa.
Mis amigos de Madrid: Moro, Gildo y Lobo.

La maravillosas paellas de mi primo Enrique.
Las fiestas del San Pablo.
Nazco como escritor de relatos.
Comienzo a estudiar fotografía.

Vive mi madre,
e inunda con su gazpacho
y presencia malagueña todo: Pero está triste.
Mis primeros trabajos en periodismo: El Independiente, ABC.

Y ahora de repente
Tengo medio siglo de edad,
una minusvalía y una discapacidad absoluta,
aunque trabajo de voluntario en una ONG,
Escribo.

Relatos y Poesía.
Tengo dos hijos maravillosos: Julia, estudiante de Derecho y Antropología,
Y Santi: Con un maravilloso, Síndrome de Down.

Estoy en proceso de divorcio con Ana: Mi compañera bereber.
                                                                                           Kiko Cabanillas.




























12 de julio de 2017

“Acampa”.

Pocos sitios hay espiritualmente tan sanos.

Hace unas semanas participé en “Acampa·, una feria de “stands” y tiendas de campaña de ONGs ubicada en los Jardines de Méndez Núñez.
Yo estuve en la caseta de “Aire”, pero también tenía a mi cargo -abrir y cerrar- una tienda de campaña de “Ecos do Sur”.

La feria estaba dedicada a los refugiados y para los mismos había numerosas actividades: Como la simulación de un campo de refugiados que daba perfecta idea de la dramática situación por la que pasan.

El sirio refugiado -alumno mío- Ahmad dio una charla que realmente conmovió a los asistentes.

Había decenas de ONGs presentes y algunas dieron charlas sobre la problemática a tratar.




Y mi “Underwod” y yo decidimos tomarnos un descanso.
                                                               Kiko Cabanillas.

Síndrome de Down.

Santi escribe siempre conmigo. Y lo tenía tanto en falta a menos que...(escribiera de él)

Echaba tanto de menos a mi hijo Santi, quien se había ido a vivir a Madrid con mi ex, que se me ocurrió trabajar de voluntario en Down Coruña y así lo hice.

Pude comprobar que el retraso de Santi era mayor que el de muchos compañeros pues casi todos hablaban. Y Santi casi nada.

Jugaba con ellos en los columpios.

Les ayudaba a hacer sus fichas escolares.

Y los sábados salíamos a dar un paseo.

Me hice un hueco entre ellos, pero en vez de disminuir mis ganas de estar con Santi aumentaron.
No tenía dinero para ir a verlo muy a menudo a Madrid, pero iba igual. Comiendo pasta el resto de la semana.

Además cuando estaba en Madrd iba a ver a mi primo Kikón y a mi querida Keka.

Sospecho que mi Santi no vivirá muchos años,
así es que es ahora o nunca. “Carpe diem”.
                                    Kiko Cabanillas.

































Nueva pareja.

Las cosas que sueña un viejo escritor...
Llevaba ya cinco años separado.
Había sido reconocido como poeta y escribía todos los dias.

Fue un encuentro muy agradable.
Ella, Vera, trabajaba en una tienda de ropa de segunda mano que estaba a la vera de El Refugio.

Tonteamos en un encuentro de ONGs.
Y yo le pedí su móvil

La llamé y quedamos.
La invité a casa a cenar: Merluza al horno.

Me contó su vida: Familia desestructurada, delincuencia..

A mi me fascinó.
Yo le conté mis viajes y le enseñé fotos.

No dejemos pasar el tiempo: ¿Nos acostamos?.
Me encantó la propuesta. Y así lo hicimos.

Era muy muy cariñosa.
Y yo no recordaba otra pareja que lo hubiese sido tanto
Además a pesar de mi edad respondí bastante bien sexualmente.

Hoy, diez años después, Vera y yo estamos casados por lo civil,
Y tenemos una preciosa hija: Luz.
                                          Kiko Cabanillas.
































Y fui un poeta...

Después de veinte años de lidiar con editoriales cutres...
La Editorial Visor me dio una oportunidad que no desaproveché.
También publicaba en “Cuadernos del laberinto”-Anaquel de poesía-

Mi padre acababa de fallecer a los 94 años.

Había abandonado totalmente el periodismo incluso la narrativa y los libros de viales que tantos años me dieron de comer.

Tenía muy buena relación con mis hermanos.

Y estaba entregado en cuerpo y alma a la Poesía.

Claramente influido por la Promoción Poética de los cincuenta. Y por Leopoldo María Panero.

Poesía es espíritu.

Y ello es lo que me hacía falta a mi en un momento en que había dejado el compromiso social que supone el periodismo. Incluso mis clases de español al colectivo inmigrante.

Vivía por y para la Poesía. Y dela Poesía.

Y bastante bien, pues me había hecho un nombre y era un poeta de destacado.


Pero una nostalgia vital se estaba apoderando de mi con los años.
Echaba mucho de menos a mi hijo Santi -Síndrome de Down-, a mis inmigrantes y a mis compañeros. A Keka no porque vivía con ella.
                                                          Kiko Cabanillas.
































Colectivo “yonquie”.

Un claro heroinómano se acercó...Y yo comencé as recordar...

Fue con “Reto a la Esperanza” con quien empecé a trabajar de voluntario con el colectivo drogadicto.
Al igual que otras ONGs que conocía “Reto” les ofrecía una pseudoreligión como sustituto al espíritu que les facilita la heroína.

Es claramente un problema de espíritu.

La heroína se lo ofrece. Y son gente que carece de todo previamente al consumo.

Entre sí forman familia.
Muchas veces la única familia de verdad que han tenido.

Motes, bromas, cariños.

“Me he vuelto a poner chico”, dice Ernesto. “Esto no hay quien lo pare”, asevera.

La localización de “Reto” es fantástica. Tienen una casa grande y hermosa en el paseo marítimo, camino del Portiño.

Y es que Ernesto me decía el otro día: “El caballo es todo lo que tengo. Lo único es que e un amante muy puñetero”.

Otra cosa son los pastilleros. Quienes logran variar el estado anímico mediante la química.
Pero nada tiene que ver con la heroína.
Ni siquiera la cocaína tiene ese duende.

Chavales en permanente estado de ensoñación cuando van puestos.

Desesperados con el “mono”,
que no es sino el recuerdo de lo que acabaron de ser gracias al caballo.
                                                             Kiko Cabanillas.
















Más marginales.

Sería una solución. Podría haber siso corresponsal de guerra. ,Y dejaría de arriesgar la vida para dar clase a jóvenes marginales de apoyo escolar.

Casi todos eran gitanos.
Trabajaban en la chatarra los mayores y los jóvenes delinquían y estaban en el paro.

Padres e hijos venían a clase conmigo en el Centro Social de Labañou. Apoyo escolar los jóvenes y alfabetización los adultos.

José era el chaval más problemático. Pasaba caballo en el Portiño.
Venía acompañado de su madre, Ana.

Ella trajo un día a clase unos dibujos de José. Eran fantásticos.

Así es que desde ese día mi verdadera obsesión fue que José estudiase Bellas Artes. Yo les ayudaría económicamente.

Hubo que convencer a Raúl, el padre, a quien no le hacía gracia que le diesen dinero al niño.

Pero José fue detenido por tráfico de droga y pasó en el “talego” año y medio. Estudiando mucho Bellas Artes y dibujando.

Cuando salió era otra persona.

Aprovechó la oportunidad. Pronto era licenciado y tenía su estudio. De dibujo pasó a la pintura. Y comenzó a ser tenido en cuenta en el mercado.

Había salido de la marginalidad. Y yo lo llevaba a clase de vez en cuando para que sus compañeros viesen que salir es posible.

Fue entonces cuando fui a Amasterdam con él y con su madre. El padre había fallecido el año pasado. Participaba en una exposición. Y fue un éxito

Yo acabé teniendo una relación con la madre.

Estábamos los dos muy solos.

Rondábamos la cincuentena ambos.

Y José que ya estaba haciendo dinero nos compró un duplex en el bario de Los Rosales de A Coruña.
El siguió viviendo en el piso familiar si bien con muchas reformas.
                                                                           Kiko Cabanillas.































-Herido.

¿Cómo sobreviviría yo si fuese herido trabajando de periodista en una guerra?.

Pues así sucedió en Mosul yo fui herido trabajando de periodista. Por un bombardeo irakí.
Tenía heridas de metralla en el tórax y en la espala. Y una pierna fracturada por el fémur.

Yo era por aquél entonces un afamado periodista, lo cual me ayudó a que mi traslado a casa fuese efectivo. La Cruz Roja turca se encargó de ello.

Y ya en casa...

Comprendí el porqué me había hecho periodista de guerra.
Había trabajado por mi cuenta muchos años, pero ahora lo hacía para El País.

El caso es que había vuelto a casa. Y no tenía amigos. Sólo dos hermanos que aunque vinieron a verme desde Santiago tenían sus propias vidas.

Acabé llamando a la ONG Ecos do Sur pidiendo un inmigrante que tuviera conocimientos de enfermería. Asiv llegó a casa aquél domingo lluvioso.

“¿Cómo os jugáis la vida en las guerras para informar?. ¿Es que no tenéis miedo?”.

“Verás chico es que no tenemos otra cosa”.

Cuando mi amigo Asiv me hubo cuidado y tras curarme las fractura de fémur regresé a Siria. Esta vez a Raqq, último bastión del DAES.

Allí entreviste a la población civil así como a líderes del DAES, quienes pensaban trasladarse a África tras su expulsión de Siria.

Quedé cojo de por vida. Y ello unido a que ya había cumplido los cincuenta años me hacían replantearme mi carrera.

Pero estaba seguro que otro reto surgiría. Y yo siempre seguiría al pie del cañón.

Bueno siempre no, pero al menos diez años más.
                                                                  Kiko Cabanillas.


























-”Free lance”. Guerras.

Trabajar por mi cuenta. Y acabar cubriendo alguna guerra.
Repito que ese hubiese sido mi destino de nos haberse cruzado la “Underwood” en mi vida.
¿Cómo sería?.

Para mi el Periodismo es la literatura socialmente comprometida. Y el Arte de la fotografía.
Yo trabajaba por mi cuenta: Era “freelance”.

Irak, Siria, África. Muchos eran los países que había conocido en guerra.
Normalmente iba acompañado de fotógrafo pero yo también hacía fotos.
Cuando iba con fotógrafo yo le pagaba por su trabajo.

En Irak descubrí que los americanos sabían de sobra que en el país no había armas de destrucción masiva, pero tenían interés en su petróleo.

Mis fuentes habían sido las de un trabajador de la embajada norteamericana y un teniente irakí.

Después de estar en Irak continué investigando y publiqué mi tesis que tuvo gran repercusión internacional.

A continuación conseguí empotrarme en la Mara Salvatrucha colombiana.
Y ello me sirvió para hacer un análisis detallado del porqué estos jóvenes abrazan algo que no es sino toda una filosofía de vida.
Y finalizado el reportaje regresé a las guerras. Esta vez africanas.

Los soldados africanos estaban muy influenciado por el vudú. Y consumían una droga local de claros efectos alucinógenos.

Puso fin a mis guerras Keka, una trabajadora de ONGs a la que había conocido en A Coruña.
Y quien a pesar de tener marido e hijo se vino a vivir conmigo con el pequeño.

Abracé la literatura y a escribir libros me dediqué.

Libros de mis viajes que me permitían seguir viviendo mis tasn queridas guerras.

Con Keka abrí una librería.

Y de ello y de su trabajo en la ONG madrileña vivimos cómodamente.
                                                                                            Kiko Cabanillas.
























-Fotógrafo de guerra.

De no haber abrazado la literatura hubiese seguido formándome como fotógrafo y habría sido fotógrafo de guerra.

Estaba en Mosul bajo el dominio del DAES, que había liquidado a todo fotógrafo y periodista que se interponga pero a mi me respetaban. Y eso era porque además de fotógrafo era su camello. Les surtía de heroína, tan importante para el combate.

La ciudad estaba bajo escombros debido a los bombarseos irakíes.

La semana que viene estaba previsto que cayese el DAES y que se desplazase a Raqqa, donde tiene viviendo a su familias el que fué alumno mío: Ahmed.

No sólo era la aviación iraquí la que bombardeaba, también la estadounidense.

Yo comía todos los días gracias a los soldados del DAES. Era un empotrado.

El estado anímico de la población rozaba lo patológico. No había ni agua caliente, ni calefacción. Ni gas. NI luz.

Yo conseguí unas fotos fabulosas de los efectos de los bombardeos, que sirvieron para criticar la intervención americana.

Iba con una redactora, Eva, ya curtida en varias guerras.

Fumaba heroína y bebía sin cesar. Pero redactaba como los ángeles.
“Yo sé que moriré en campo de batalla”, me anunció un día.

Asimismo, le hice unas fotos fantásticas a un líder de el DAES que ella entrevisto

Nos pidieron en el periódico, “El País”, que nos tomásemos unas vacaciones de una semana para desconectar un poco.

Pero Eva y yo no sabíamos vivir en otro lugar que no fuese la guerra. Y ya no teníamos amigos.
Estuvimos toda la semana en una pensión de Garn Vía, donde Eva podía pillar caballo y yo tenía cerca la librería FNAC.

Al cabo dela semana volvimos esta vez a Raqq, último reducto del DAES.


Allí nos alojamos en casa de Ahmed. E íbamos siempre a casa de Mohames, quien tenía Internet
para transmitir crónicas y fotos.

La última vez que había estado en Madrid un empresario me había pedido que expusiese mis fotos de guerra.
Lo estuve pensando.
Pero...

Decididamente No.
Yo también moriría en un campo de batalla.
Eva y yo comenzamos a entendernos sexualmente.
                                                        Kiko Cabanillas.






















-Filosofía para niños.

“No sólo me gusta la literatura, me hubiese gustado ser profe de Filosofía para niños en el rural gallego”, pensaba asido a mi “Underwood”. Pues lo seré...

Y es que todos se reían de mi cuando les comunicaba mi destino de profesor de primaria: Combarro.

Así pues allí me dirigí para tomar posesión de mi puesto, buscar casa y conocer a mis alumnos.

Todos hablaban gallego.

Yo había tenido a Ana dándome clases de gallego a domicilio durante más de dos años, con lo cual no tenía problemas en la lengua de Pondal.

Los alumnos eran mucho más espabilados que los de la urbe, pero con peor formación.

La casa que alquilé era de piedra con calefactores eléctricos.
Y un mueble bar a la entrada donde no faltaba el aguardiente.

La taberna era el centro de reunión. La mayoria eran mariñeiros.

En un año había conseguido que mis alumnos tuvieran un nivel de conocimientos en Filosofía equiparable a los de la ciudad.
Y lo que era más interesante...Conseguí poner en marcha una biblioteca que era la envidia de las aldeas vecinas.

En cuanto a mi vida personal todo iba viento en popa.
Había iniciado una relación con una viuda joven, María, que perdió a su marido en el Gran Sol.
Tenía un hijo, Raúl, que iba en mi clase.
Y al que quería tanto como a su madre.

Pasados cinco años Raúl fue a Santiago a estudiar Derecho. Y su madre estaba embarazada de mi, que por aquél entonces ya había cumplido los sesenta años.

María me llenaba completamente. Y yo me esforzaba por enseñarle tanto Filosofía como Historia. Era muy buena alumna.

Mi hermano Javier, también mi amigo, se esforzó mucho en hacerle ver a la familia que ese era mi sueño y que debía ser respetado.

Viajé mucho con María: Le enseñé Londres, donde acudimos al concierto “Proms”. Disfrutamos de Italia, Grecia, Turquía.
Incluso fuimos a la India, pero no ya como el mochilero que era yo cuando fui sino con todo tipo de comodidades y dinero.

En Turquía compramos alfombras que pusimos en la casa de María en la que vivíamos e incluso montamos una sala de té.
Dicha sala se convirtió en lugar de reunión en Combarro.
Y allí había siempre desde políticos hasta escritores, escultores y actores.

Ganó prestigio y hubo que convertir la sala de té en una casa aparte.
                                                                  Kiko Cabanillas.






































Lamas.

Y recordé la casa paterna...
En el compostelano concello de Boqueixón, está la parroquia de Lamas.
Allí tiene mi padre su gran casa, en la que vive con su gran Amor: Maló..

Le gusta darse paseos a diario por las aldeas de las inmediaciones.
Y habla en ellas con los paisanos.
Del tiempo, de los perros...

Lamas además está muy cerca de Santiago, con lo cual tiene las ventajas del rural y al mismo tiempo las ventajas de la gran urbe.

En esta casa tiene mi padre una importante colección de pintura gallega contemporánea y una hermosa biblioteca.
Cada vez que voy a su casa leemos los culturales de la prensa e intercambiamos libros.
Yo le dejo libros de poesía y él a mi de narrativa.

Mi gran afición por la literatura se la debo claramente a mi padre.

Recuerdo que ya de pequeño me compraba libros: “El principito” de Saint Exuperry”.
Gesto que yo no he podido repetir con mi hija, que lee en el “Ipad”, no me atrevo ni a mirar qué.

Yo sin embargo iba a librerías con mi padre y disfrutaba de los libros de la editorial “Losada” que se trajo desde Argentina, en tiempos en los que se ejercía una auténtica censura literaria en nuestro país.

Tengo en mente redactar un libro sobre mi padre.

Pero para ello debe haber fallecido, con lo cual no tengo ninguna prisa.

Es un modo de otorgarle inmortalidad.

Y será desde su villa de Lamas. Y será desde su casa de Sanxenxo.

Maravillosos veraneos he pasado yo en Sanxexo.

Pero me gusta mucho más Portonovo, desde donde he ido a pescar en bajura con mariñeiros del lugar.
Y tras la jornada degusté fantásticas caldeiradas.

Con aguardente branca tras los postres.

Sanxenxo es una villa turística, llena de madrileños, y Portonovo es un pueblo de marineros.
Con todo el sabor de lo propio

Y en Portonovo muchos son lo chavales -no daré nombres- que se han hecho un hueco en el mundo de las droga. Y surten a los veraneantes que pasan su Agosto en Sanxenxo.
Mucha cocaína, que es la droga de los niños bien pudientes.

Mucha droga en vez de trabajar en la mar,
como habían hecho sus padres,
sus hermanos mayores, y sus hermanas tejiendo redes y en el mercado.
                                                                                                    Kiko Cabanillas.



















































-Suegro.

Ciertamente mi suegro -rememoraba en mi banco- era un hombre de carácter. Y de él lo heredó mi mujer.
Pepe, que así se llama, era natural de Constantina, pueblo sevillano en la frontera con Extremadura.
Era hijo de un valiente.
Y lo de valiente lo digo porque en la guerra intercedió por un vecino que iba a ser ajusticiado y le salvó la vida.
Pepe trabajó por motivos económicos desde mu joven.
Primero en un banco de botones.

Y fue subiendo puestos hasta llegar a ser jefe del departamento de Informática.
Ese chaval que tuvo que dejar de estudiar para ponerse trabajar.

Estuvo casado muchos años con Julia, de quién mi hija tomó su nombre.

Y ella supo con un constante tira y afloja que su carácter no causara demasiados problemas.

Pepe siempre fue muy austero. Pero ahora de mayor se permite pequeños vicios como su botella de oporto.
Es, como lo era Julia, del PP y ferviente católico.
Y le gusta invitar a sus hijas, con sus familias, a comer de vez en cuando.

Ahora vive con su hija Ana, que se ha separado de mí,
Y, según mi ex no da trabajo ninguno pues se hace todo.

No cocina, lo único.
Pero es sobrio tanto en la comida como en las bebida.

Por sugerencia mía Juana, la chica del servicio, nos cocina de vez en cuando migas, parecidas a las que se comen en Constantina.

Plato extremeño que a mi particularmente me fascina.

A Pepe también le cautivan pero dice que las que comía en su casa eran distintas, con más tomate.

Tiene comprado en el chalet de El Escorial de su hija Gloria un cuarto del chalet.
Y disfruta sin igual de sus perrunillas
Le gusta también darse paseos por el monte.

Y lo cierto es que para su edad, 84 años, está hecho un chaval.

Conmigo se lleva muy bien a pesar de nuestras diferencias políticas: Yo soy de izquierdas.

Sólo que yo sé de sobra que hay temas de los que no se puede hablar con mi ex-suegro

Esa asimismo, un poco sargento.

Habituado a ser jefe en el trabajo y en casa.

Pero sobre todo es muy buena persona y quiso y querrá a la Juli,
por toda la eternidad.
                       Kiko Cabanillas.





















11 de julio de 2017

-Mis cuñadas.

Al ver pasar un cegato con una monitora por delante de mi máquina de escribir no pude evitar pensar en ella: Reyes, mi cuñada preferida, trabaja en la ONCE, donde es monitora de ciegos, y es sin lugar a dudas la hermana más afectuosa.

El problema es que tiene un marido encantador: Miguel: Hasta hace poco fotógrafo del Pais, pero retirado por problemas de salud (sufrió un ictus).
Reyes es muy niñera. Y tiene unas hijas que son para comérselas. Y un hijo delicado de salud.

Capitaneando el harén está Gloria, hematóloga, quien tiene quizás los ojos más hermosos de la familia. Joge, su marido, también médico,es pequeñito y feo. Pero muy muy buen chico.
Te ayuda en temas de salud hasta límites insospechados. Jorge mola.

Paloma es una mujer de carácter. Es muy inteligente y tiene un marido que es un aparte.

Luego está Marta, a la que sigue Ana.
Marta es secretaria. Y la verdad es que fuera de la oficina también organiza todo.
Hace unos regalos perfectos. El, último que me hizo es una recopilación de poetísas árabes.

Y luego está Ana, la pequeña, quien cometió el error de casarse conmigo y que ahora está en trámites de separación.

Pero la mujer más cautivadora de esa casa era la Julia: Libros, cine y teatro, así como Zarzuelas y Operetas. Los niños la adoraban y los mayores más.
A mi me llevaba a tomar vermú de barril a los rincones con más encanto de Madrid.

Presumían de un gran carácter todos. Y lo cierto es que a mí me repugnaba verlos alardear de un defecto, que tenía mucho de falta de educación. (Se me ha escapado)

Julia era la que mejor sabía torear el susodicho carácter.

La mama de la casa me llevó a varios actos culturales pues era una mujer de derechas muy inquieta y formada. Popó, su padre, vivió con ellos hasta que se murió en casa. Adoraba los toros.

Atención al dato:

-Yo para estudiar Medicina quise hacer primero de Farmacia, pues no me daba la nota. Paloma.

-Empecé la carrera de Medicina. Gloria.

-El trabajo de monitor de ciegos me habría encantado. Reyes.

-Como secretario hubiese trabajado en una ONG.

-Acabé siendo un miserable periodista. Ana.

Vayámonos nenas a Arabia Saudí y montemos el harén Pére. Os cuidaré de maravilla a todas.

Y tendréis muchos niños y también muchos regalos.
                                                                     Kiko Cabanillas.          




















Mi ex-mujer, Ana.

Aquí en mi rincón escribiendo y no puedo evitar pensar en ella y escribir...
Ojos azul agrisados son su tarjeta de presentación.
Mediana estatura, buen tipo y unos pechos de los de verdad.

Natural de Madrid, donde la conocí. Estudiábamos periodismo y coincidimos en clase.
En primero por poco me pierde de vista porque no me presenté a ninguna hasta septiembre, convocatoria en la que aprobé todo menos economía, que no me presenté.

Le gustaba el cine: Almodovar era su dios. A mi también me gustaba, claro que menos. No para ver todos y cada uno de sus estrenos. Iba por tí princesa, que lo sepas.
Leía mucho y le gustaban los actos culturales y museos.

Estuvimos juntos en Extremadura y en Badajoz -por un amigo. Así como en Marruecos y México ya de casados. Alemania y Santo Domingo fueron también destinos maritales compartidos.

Tuvimos dos hijos: Juli -como la abuela- y Santi -con un maravillosos síndrome de Down.

Estamos en las actualidad en proceso de separación por iniciativa suya.
¿Qué paso?
Es difícil vivir con un discapacitado con una minusvalía del 67 %. Y también es complicado dividir tus fuerzas entre un hijo discapaz y un marido más de lo mismo.
Yo estaba bastante bien ya. Lo suficiente como para vivir sólo y Santi necesitaba un buen cole como los de Madrid.

Digo en mi favor que yo no considero que fuese una carga, pues nunca dejé de trabajar, además de tener una sustanciosa pensión. Y mi rehabilitación fue hecha con todo esmero. Practicaba mucho deporte (sin Ana) y leía para recuperar mi intelecto.

Llegué incluso a formarme como especialista en inmigración.


Ana y yo no teníamos nada en común, salvo las literatura. Y aún así, pues si bien coincidíamos bastante en Poesía mientras yo adoraba en narrativa a los clásicos a ella le gustaban las nuevas literaturas.

En cocina tampoco coincidíamos mucho. Si bien había aprendido de su madre, quien era una excelente cocinera. Estuve cocinando yo para toda la familia más de un año.

Las películas clásicas en el cine y Luis García Montero, teníamos en común.

Me caían mal sus amigas excepto Camino y a ella no le caían mal los míos porque no tengo.

Los hijos que me dio son mi bendición y los hecho muchísimo de menos.
Esos paseos en el paseo marítimo con Santi -Síndrome de Down- que remataban siempre comiendo unos maravillosos helados.
¿Qué pasó?. Tengo varias teorías, pero quizás tenga razón mi concuñado Julio, quien me dijo: “Son muchas cosas. Son procesos muy complejos”.

Lo que es cierto es que yo he recuperado a Kiko y estoy como dios con él.
                                                                                                 Kiko Cabanillas.




























Bebida

El alcohol siempre fue parte de mi vida desde esos colocones con vino de pasa en el Pontenedra antiguo. O las escasas -por motivos económicos- copas de Gólope o Ecus.
Pero ya antes de llegar a Pontevedra lo había probado con mi amigo Félix en Madrid, con quien también fui introducido en el maravilloso mundo del hachís.

Pontevedra sin embargo sería mi despertar tanto al alcohol como al chocolate.

Después me iría al internado Monfort, donde la gente bebía sin mesura -y con mucho dinero. No sólo era hachís, sino también perico e incluso caballo.

Yo, que estaba en pleno proceso de adquirir vicios sanos y practicar deporte acabé sufriendo una depresión que me hizo abandonar el internado.
De todos modos recuerdo con especial Amor mis fines de semana en casa de mi primo Enrique, donde también se bebía pero de un modo absolutamente sano.

Estudié Perodismo. Y bebí cerveza e los terceros tiempos de Rugby y en las fiestas del colegio mayor. Pero también de un modo muy saludable.

Acabé las carrera...Mi padre me invitó en innumerables ocasiones a comer e hizo que me aficionase de por vida al aguardiente blanca...Y me casé.
Tuve entonces el accidente que todos conoceis. Y quedé con una minusvalía.

Aunque poco continué bebiendo: Sobre todo aguardiente.

Me preguntaría un Neurólogo un día: “Tú no bebes...¿verdad?”, dijo. “No -contesté- sólo agua”, contesté. “No eso nada”, replicó. “Agua-ardiete”, dije entre risas. “No, por dios eso es una barbaridad con la medicación que estás tomando”.

Pues barbaridad o no yo siempre he seguido tomando aguardiente. Y me sienta de maravilla.

Y ahora entramos en un capítulo a parte.
Ya han pasado veinte años de mi accidente y sólo tomo un relajante neurológico de noche.
Y escribo.

Pues bien para escribir necesito beber: Wiski, Aguardiente o cerveza.
Mi trago preferido es en el bar de Modesto, cuando los sábados por la mañana me sirve un vermú con ginebra, gasolina adecuada para ir a continuación a hacer el mercado.

Mi única limitación seria con la bebida es que tengo problemas de equilibrio, que se acrecientan con la bebida.

Y en resumidas cuentas con un par de copas parece que hubiese bebido diez.

Por lo demás todo son ventajas: Soy más simpático, creativo. Y cocino y como mejor.

Y ahora os dejo que me está esperando Modesto.

Para su eficiente cura neurológica.

                                        Kiko Cabanillas.





















-Árabe: La cadencia poética.

Siempre me resultó fascinante la lengua árabe: Tan correcta y protocolaria (¿Qué dios esté contigo!, se saludan). Pero me enamoré de ella cuando le di clase de español al colectivo inmigrante referido en A Coruña.

Fueron varios los sirios que tuve. Pero al frente de ellos está mi amigo Ahmad, quien vive con su amiga Leti, que lo acogió tras pasar más de un año con él en el campo de refugiados de Idomeni, en Grecia. Allí comenzaría a estudiar español.

Ya en A Coruña, le di clases de español avanzado a Ahmad, quien mostró siempre un desmedido interés.

Hasta que un día me propuso dar clases de árabe en un bar coruñés. Mi "sí" fue inmediato.

La experiencia fantástica al estar rodeado de gente que quería aprender la lengua de nuestros antepasados andaluces.

La mayoría quería hacerlo para viajar.

Ahmad como profesor es paciente y muy didáctico

Las clases prosiguieron todos los miércoles en la Pulpería As Rodas, ubicada en la coruñesa calle Perú. Pero ya absolutamente enamorado de la lengua árabe.
Mi cuñada Marta me regaló un libro de poetisas árabes que contribuyó a ese hechizo.

Así pues seguí y sigo ampliando mis enseñanzas. En septiembre comienzo un curso en la Escuela Oficial de Idiomas. Donde martes, miércoles y viernes, recibiré clases de Árabe. Durante cuatro años.

Ahmad me ha facilitado apuntes y fotocopias de libros que harán que no llegue en blanco.

Lo que estoy ya barruntando es la posibilidad de viajar a Marruecos, que tanto me gustó en mis días de mochilero.

Probablemente vuelva a visitar las ciudades imperiales, pero esta vez en hoteles buenos y a poder ser en compañía femenina

Los mercados, la cocina, el desierto, su gente,, todo me fascina en Marruecos.
Además también he tenido alumnos marroquíes en Ecos do Sur.

Sueño ante la posibilidad de escribir un libro de poesía en una cabaña bereber ubicada en el desierto del Sáhara.
Y entre tanto, casi todos los días estudio árabe.
Y sueño con el día en que haga realidad mis sueños.

Como siempre ya estoy preparando mi viaje: Guías y libros de Historia.

Y en esta ocasión además de mi nueva cámara digital llevaré un ordenador portátil.

Pues queridos con el tiempo me he hecho escritor.
                                                             Kiko Cabanillas.



















10 de julio de 2017

-Tatoos con Seila.

Esa mañana escribiría de Seila, quien era una alumna de alfabetización natural de Nigeria.
Abrí mi “Underwood”, coloqué el papel y...

“Seila cariño yo creo que es muy buena idea -le dije en inglés-. Pero yo creo que quizás deberías esperar a dominar un poco más el español”, dije.
“Para eso te tengo a ti”, respondió.

Y es que yo desde hacía dos años me había ido a vivir con Seila. Bueno mejor dicho ella se había venido a vivir a mi casa. Le había prometido que parte de la herencia que acababa de recibir la gastaría gustoso en ir a Nigeria a conocer a su familia.

Entre tanto, desde un local modesto, pusimos en marcha el negocio de tatoos.

Fue una moda fulminante.

Los tatoos se iban con agua al cabo de unos días, por lo cual no eran tan incómodos como los otros. Además tampoco existían riesgos sanitarios.

Yo recibía a los clientes y les informaba de los modelos que había y después los dejaba en manos de Seila.

Vinieron incluso de la Voz de Galicia a hacernos un reportaje, pues habíamos creado una auténtica moda.

En todas partes de mi cuerpo se leía la palabra Seila.

Económicamente fue un éxito. Y pronto nos mudamos a un local más grande.
Hasta tal punto prosperamos que pronto necesitamos más mano de obra. Así que vino María, puertoriqueña amiga de Seila

María era muy dulce y se entendía de maravilla en nuestro idioma, incluso con el gallego.

Fue entonces cuando tuve la idea de poner una tienda de ropas en el mismo local. Ropa africana. Pronto estaba llena.
No sólo de gente que adoraba los colores de la ropa africana sino de los mismos inmigrantes que no tenían otro medio de encontrar ropa adecuada para ellos.

Seguimos ampliando el local. Y con la ayuda de Ecos do Sur decidimos impartir clases de español a la población inmigrante. Lo cual fue un éxito sin precedentes.

Tenían su hogar: Tatoos, ropa y clases de español.

La ayuda de un empresario, Ángel Jove, fue decisiva para el siguiente paso: Trasladaríamos la ONG Ecos do Sur al lado de las tiendas.
Pronto los servicios de asesoría jurídica, bolsa de empleo, psicólogo y el español que ya dábamos, estarían a disposición de la población inmigrante.

Seila, con quien me casé por lo civil, no se lo podía creer.
Y efectivamente mañana salíamos para su país, Nigeria, a conocer a su familia.
                                 Kiko Cabanillas.




































-Yo fuí inmigrante.

Con mi “Underwood” preparada decidí de nuevo tomar una vida prestada para poder vivir con otra alma: Esta vez sería un voluntario afincado en  Marruecos, concretamente en Agadir.
Un esfuerzo...Y ya estaba: Era Kiko, un voluntario que vivía con ellos.
Vivía en un piso patera con otras ocho personas en la calle Barcelona.
En el salón teníamos las mantas y le mercancía para vender.

Despertaba como siempre con un nauseabundo olor proveniente de los pies de Ahnmad, que al igual que nosotros no se había podido duchar desde hacía más de diez días pues nos habían cortado el agua.

La mujer de Ahmad, Leticia, había dado dado a luz hacía dos meses. Y carecía de las condiciones sanitarias adecuadas para su cuidado.

Pronto todos mis compañeros estaban despiertos pues la persiana estaba rota y entraba mucha luz.

Abrahan y Ahmed venderéis hoy en la calle Barcelona. Kiko también.

Leti y yo eramos los únicos españoles del tugurio.

Así pues salimos a vender. La jornada transcurrió con normalidad.
En dos ocasiones nos avisaron que estaba patrullando la policía municipal y tuvimos que recoger y salir por patas.

Comimos unos bocadillos que llevábamos de almuerzo.
Y sobre las siete nos fuimos.
Yo tuve que ir al mercado pues me tocaba cocinar: Comida gallega, les encantaba.

Les preparé un lacón con grelos. Y al acabar Abraham, Leti y yo fuimos a ver al propietario a su casa. No nos recibió muy bien, pues dijo que prefería vernos en el piso alquilado.

“Por favor, llevamos quince días sin agua y gas. Tenemos un crío recién nacido y su salud peligra, así como la de la recién parida”, dije yo.

“No te preocupes hoy lo arreglo”, contestó. “Y por cierto qué haces tú entre tanto inmigrante”, dijo. “Incluso me han dicho -añadió- que hay una española casada con un sirio”.

“Verás son mi gente. Comencé ayudándoles desde una ONG. Y ahora me he venido a vivir con ellos”, señalé.

Abrahan nos pidió que le acompañásemos al locutorio pues quería hablar por teléfono con un hermano que tenía en Alemania, quien le iba a enviar dinero para que dejase A Coruña y se fuese a vivir a Munich con él.

Le daría trabajo en una empresa de mudanzas que había conseguido montar.

Lo cierto es que a todos nos daba mucha envidia, pero nos alegrábamos inmensamente por él.

Así pues al llegar, lacón, chorizos, grelos -vino no podían tomar- y la buena noticia de que nos iban a arreglar el agua y el gas.

El que cocinaba fregaba. Así es que...A ello me puse.
                                                                              Kiko Cabanillas.























-Vendedor de pulseras-.

Yo era natural de Cabo Verde. Hablamos portugués. Así es que no tendría muchos problemas con el español. El viaje fue largo y peligroso. Patera y por fin España.
Yo llevaba la dirección de unos familiares.
Hubo peleas entre los inquilinos pero finalmente pude quedarme por 100 euros mensuales.
Era uno de los llamados piso patera en Sagrada Familia de la ciudad herculina.

Desayunamos poco y frío -no funcionaba el hornillo- y salimos a la calle.
Mis amigos llevaban una manta repleta de pulseras y Cds.

La actividad era casi nula. Vendimos diez pulseras y dos Cds.

En esto llegó un policía local, quien nos dijo que para la próxima nos quitaría la mercancía.

Entonces sucedió: Estaba buenísima y se acercó sonriente.
“¿A qué hora acabas?”, me preguntó.
“Vale, pues hoy cenamos juntos”, dijo.

Una cena que dio lugar a muchas otras. Hasta el día en que comencé a quedarme a dormir en su casa. Mis compatriotas lo comprendieron.
Yo había conseguido lo que muchos de ellos soñaban: Integrarme de la manera más satisfactoria.
Aún así continué trabajando hasta que Rosa me encontró otro empleo.

Era en una tienda de ropa. Yo ya había trabajado en una en cabo Verde, así es que no me resultó muy difícil. Además daba clases de español en Ecos do Sur.

“Chico espabila”, me dijo un compatriota que vendía conmigo.
Y es que yo me había quedado soñando despierto.

Y ni Rosa existía,
ni yo jamás me integraría con un bellezón.

Bastaba con tener algo parecido a un trabajo.

Esta noche además iríamos al locutorio, donde podría hablar con mi familia,
que soñaba ya conmigo conduciendo un cochazo y rodeado de bombones.

Pero cómo decirles que era todo un engaño.

Trabajaba muchísimas horas por una miseria.

Comía mucho peor que en casa -cómo echaba de menos la cachupa caboverdiana- y dormía con los pies de un compañero rozándome la nariz.

Pero prosperaría.

Esto era sólo temporal.

Y volvería a casa para casarme y darle a los padres una retahíla de nietos.
Trabajaría en la ciudad como ejecutivo y llevaría un cochazo.
                                                                                            Kiko Cabanillas.