Recordaba en la calle las comodidades
de mi casa.
La jugada consistió en gastar la
indeminización, por el accidente sufrido cuando un camió perdió
los frenos en el puerto de Piedrafita e impactó contra mi coche, en
un duplex y en alquilar un local para poner una tienda de libros y
prensa. Todo ello en el barrio de Los Rosales.
En el piso pusimos una amplia librería
en el piso de abajo, donde situamos el comedor y la sala de estar.
También había un cuarto de baño.
Después subiendo al piso de arriba
estaba mi despacho y la terraza y tres dormitorios, uno para cada uno
de mis hijos y otro para mi.
Vivimos con relativa felicidad veinte
años.
Hasta que llegó el día en que mi
mujer cogió a los niños y me abandonó.
Bueno Julia realmente se fue a
estudiar a Madrid.
Mi mujer con Santi se fué a vivir a la capital con su padre.
Yo me quedé en el dúplex con el
compromiso de venderlo. Y comprar un apartamento con mi
parte.Cuestión ésta muy discutible éticamente, pues el 90% del
piso lo había pagado yo.
Pero el caso es que me quedé sólo con
una doméstica que venía a limpiarme.
Como ya sabéis pasaba casi todo el día
escribiendo en la calle
Pero al concluir tenía a mi
disposición las comodidades del duplex.
Escribía en el despacho, sobre todo a
primera hora de la mañana.
Y fantaseaba con que mis idolatrados
escritores preferidos venían a pasar fines de semana conmigo
Leopoldo María Panero era un habitual.
Reynaldo Arenas era otro que no
fallaba.
El próximo finde tenía previsto un
encuentro con la Genersación del 27.
Y los que también estaban siempre eran
los nuevos creadores como Jacobo Outes, quienes compartían conmigo
hachís y aguardiente.
Asimismo, tenía contacto casi semanal
con la Unión Nacional de Escritores a través de Ana Julia Martínez
Fariña. También mi casa servía de punto de contacto entre
nosotros.
“Mi hogar”.
Y tendría que vender,
mi dúplex.
O comprarle a Ana su parte.
Pero no tenia suficiente dinero para
ello.
Así es que vendería.
Y mis fantasmas y amigos escritores se
mudarían conmigo a una vivienda más humilde y pequeña.
Y el próximo comprador viviría con
los duendes despistados que no se habían mudado a tiempo.
Kiko Cabanillas.
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