Pedro, compañero
de la Senior estuvo hablando conmigo ese día al pie de mi
“Underwood. Y yo recordé...
Residente en A
Coruña y con tiempo libre decidí matricularme en la Senior,
universidad de mayores a la que no podía acceder por ser demasiado
joven pero a la que tuve acceso por presentar una minusvalía.
Compañeros
activos que se negaban a abrazar la edad como una limitación a sus
inquietudes vitales.
Fueron cuatro años
maravillosos. Hoy muchos de ellos que han acabado como yo siguen
asistiendo matriculados en asignaturas sueltas que no habían
escogido antes.
Al acabar el
último curso fuimos de cena y copas.
E incluso se
estuvo hablando un tiempo de hacer un viaje, que no sé en que quedó.
Recibí unas
maravillosas clases de Arte impartidas por el profesor Saraluce.
Asimismo fueron de
mi especial agrado las clases de Filosofía.
Los temas de
conversación con mis compañeros eran cuestiones propias de gente
joven.
Pues se negaban a
asumir ese estado vital en que no haces más que hablar de
enfermedades y amigos muertos.
Eran gente joven
de espíritu.
A mi que era el
más joven de las clase me dieron innumerables lecciones de
juventud, con el añadido de que los defectos propios de la corta
edad ha sido del todo superados.
Libros
recomendados.
Bibliotecas.
Restaurantes
buenos y baratos.
Todo en ellos era
conocimiento práctico.
A varios los vi en
la presentación de mi último libro, a la que fueron convocados por
mi.
De todos modos era
habitual verlos en actividades culturales, en cines y teatros
Compañeros de
clase con los que me sentaba habitualmente, y a los que hecho
muchísimo de menos.
Apuntes y
fotocopias.
Libros de texto.
Todo era un
continúo intercambio entre nosotros.
Tenían para mi
ese halo mágico que tienen los mayores en los países nórdicos Y al
que sin duda alguna, y por la experiencia de la Senior, puedo decir
que ya hemos llegado.
Kiko Cabanillas.
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