De mi
primer trabajo, de vida de casado, de mi primer hijo...
Todo va
“acelerado” y no da tiempo a vivirlo.
Me acuerdo
perfectamente cuando mi padre cumplió cuarenta años. Yo le regalé
un bastón. Y ahora, a los cincuenta soy yo quien lo uso.
Además como
consecuencia de mi accidente (con traumatismo craneal) los veinte
años que le siguieron fueron como si no los hubiera vivido.
Tengo una hija
mayor de edad. Y un hijo con trece años.
Me estoy
divorciando. Y me voy a quedar sólo y viejo.
Pues me niego a ir
a pescar a las discotecas para ver si alguna mujer se apiada de mí.
Pero,¡alto ahí!,
que estoy con Kiko. Su cocina, sus libros, sus inmigrantes, sus
relatos cortos y poesía...Y voy a comenzar a viajar sólo como antaño.
Y sabéis lo que
os digo, no necesito más.
Los inmigrantes
irregulares son mi familia.
Además con la
pensión que cobro por discapacidad absoluta me llega de sobra.
Mantengo a mis hijos en Madrid. Y le tengo que abonar a mi
ex-mujer...
Una barbaridad. La
mitad de lo que tengo.
Pero mira, que
haga buen uso de ello y que lo disfrute.
A mi me llega con
lo que me queda.
Además le voy a
comprar su primer coche a mi hija.
Y...
No tengo gastos
importantes. Compro la comida en el Carrefour. Y leo de la Biblioteca
Municipal de Los Rosales. Algún cine, lo único.
Y sigo
escribiendo. Ahora estoy con un libro de periodismo: “Doce árabes
en A Coruña”.
No puedo renunciar
a mi profesión.
Alterno la
literatura -relatos cortos, sobre todo- con el periodismo.
Y es que éste es
mucho más que una profesión. Es un modo de vida.
Y eso, que ya de
todo hace veinte años.
Y no se repite.
Kiko Cabanillas.