18 de diciembre de 2015

-Teclado “surf”-

                                                No tenía ningún sentido lo que me proponía.
Era una idea esquizoide y más teniendo en cuenta que llevaba una semana sin salir, sólo viendo a la chica de la limpieza. La cual me decía: Kiko, debes salir a la calle. Te vas a volver loco entre tanto libro y ordenador.
Y así ocurrió.
Me volví loco.
La idea nació del supuesto de que todo se puede lograr mediante la escritura: Crear mundos artificiales, que no carecen de consistencia.
Así pues me propuse volar con el teclado.
Primero daría una vuelta por el barrio, montado en el teclado como si fuera una tabla de “surf”. Y luego iría al paseo marítimo.
De vuelta a mi barrio seguiría al autobús 12 por Ronda de Nelle, hasta Ecos do Sur. Pero no bajaría por no darles el susto de su vida.
Todo estaba claro. Entonces a las 7.30, justo antes de que viniese María -la doméstica-, me abrigué y abrí la puerta de la terraza. Puse el teclado en el suelo y me subí encima. Nada...
Pensé que sin mi ayuda mi nueva tabla de “surf” no se activaría.
Entonces fue cuando cogí el objeto y me abracé al mismo.
Salí a la terraza y me alcé sobre la barandilla. Todo esto sin soltar el teclado ni por un momento.

Lo demás ya se sabe: “Estaba claramente desequilibrado desde que tuvo ese terrible accidente de coche que le dejó minusválido”.

Ahora bien yo le diría a mis detractores: ¿Cómo fui capaz de escribir lo que escribo ahora?.

Es más, podría describir sin ningún tipo de dudas la sensación que experimenté al volar con mi teclado.
Y es que, queridos amigos, ciertamente la imaginación es ese teclado. Y nada. Ni la muerte la puede detener.

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