2 de diciembre de 2015

-Fernando...¿Dónde estás?-

                  Lo conocí como alumno de español en las clases que damos en la ONG Ecos do Sur.
Portugués.
Pronto supe por Alfredo que era seropositivo y alcohólico.
Después de clase se sentaba en la ONG a pedir dinero para una copa de coñac.
Estaba viviendo en un piso de ayuda al Sida, pero lo echaron. Con lo cual acabó en la calle.
Con la ayuda de la ONG, y sobretodo de Alfredo, conseguimos que lo admitiesen en un refugio, donde duró poco por mal comportamiento. Llegaría borracho.
La última ve que lo vi estaba durmiendo en un cajero 4-B.
Un día que lo acompañé al comité Antisida, me fue contando su vida: Tuvo un amor: Toxicómana como él, que se le murió de Sida. “Ya no me queda ni un amigo”, me decía Fernando -que ya rondaba los 54 años-. Pasó por la cárcel. “Ese refugio era como una cárcel, se quejaba del centro de Amancio Ortega del que lo echaron.
Y es que los “sintecho” lo último que aguantan son los horarios y la disciplina.
No se someten. La libertad es de lo poco que le queda,
Pero el caso es que hace ya más de un me que no veo a Fernando por la calle, desde que lo vi en su hotel 4-B. Ha desaparecido.
Y para colmo coincidiendo con unas noches de un frío atroz.
¿Muerto?.
No, no creo. Fernando es inmortal. Ha sobrevivido al Sida y al alcohol. Al hambre y a la sed. A las palizas que le daban en la calle, “Mira como me ha puesto la cara un moro cabrón”, me dijo una vez que llegaba a clases de español sangrando y magullado.
Una vez quiso acompañarme a casa y no lo dejé. Mantengo a mi familia y mi hogar al margen de la gente que conozco en la ONG.
Pero lo que sin duda tendrá todavía -o eso espero- es el libro de Neruda que le regalé para hacer más llevadera la noche.
O igual lo ha vendido para pagarse un trago. Yo es lo que haría.

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