Todo parecía un simple despiste: No
encontraba el mando de la televisión. Y iban a dar las noticias de
las 20.00 horas.
Miré en la biblioteca, en el cajón
del aparador, debajo de los cojines del sillón...
Y nada.
Comencé a ponerme ciertamente
nervioso.
Repasé el recorrido hecho con
anterioridad. Y nada.
Entonces llamé a mi mujer, que estaba
en casa de una amiga con Santi, y le dije: ¿No consigo encontrar el
mando. “¿Miraste en el sillon, el cajón y la biblioteca?”.
“Sí”, respondí.
“Yo desde aquí no puedo hacer nada”,
me destacó.
“Perdona es que estoy de los
nervios”, concluí.
Y que haría yo cuando se fuese mi
mujer a Madrid y no encontrase el mando.
Ya sé iría a una tienda de
televisores: “He perdido el mando, ¿me pueden vender uno?”.
“Cuál es la marca del televisor?”.
“Y yo que coño sé”. “Yo sólo sé que me gusta ver los
informativos a la hora de comer y a las ocho.
Me iría de la tienda disgustado y con
la idea de comprar otra televisión con mando. No, absurdo.
Y así fué como comenzaría todo.
Obsesivamente buscaba el mando una y
otra vez.
Y de repente...
Cogí la televisión, abrí la ventana
de la cocina y arrojé el aparato.
Después ya relajado me puse a oír las
noticias de la radio.
Bueno ciertamente lo que ocurrió es
que me acosté y por la mañana mi mujer había encontrado el mando
y lo había puesto al lado de la televisión.
Además cuando llegó Santi le dio al
interrumpor de la tele y esta se encendió. Con lo cual me demostró
que podía haber visto las noticias. “Puto niño”.
Kiko Cabanillas.
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