Acabo de terminar
mi clase de inglés de Otawa, con la profesora Eva.
Veinteañera.
Nerviosa por ser el primer día y porque -como me confesó al
acabar- soy su segundo alumno. Con ganas de enseñar, con buen
dominio de la escritura y aceptable conversación.
Le expliqué que
soy periodista y que quiero dominar el inglés lo suficiente como
para hacer entrevistas a personas que hablen inglés.
Hicimos ejercicios
de comprensión y “listenings”.
Domino más el
idioma de lo que pensaba.
El caso es que no
se me va de la cabeza la corresponsalía de guerra. Y por tanto
quiero hablar y escribir correctamente el idioma para poder asistir a
ruedas de prensa y hacer entrevistas.
Mi estrategia es
prepararme: Tanto fisicamente como intelectualmente, y si después me
hecho atrás pues nada habré perdido, pues es necesario para mi
rehabilitarme físicamente y formarme como Periodista.
Sueño ya con
situaciones posibles en mi trabajo de corresponsal.
Y sólo tengo una
seria duda: ¿Realidad o ficción?. ¿Literatura o Periodismo?.
Me temo que el
compromiso social me acabará arrastrando al Periodismo.
La única
dificultad real: Tengo una minusvalía del 67 por ciento.
Pero ante esto
también tengo solución: Me he dado tres años para prepararme hasta
que mi hija Julia acabe la carrera y trabaje. Y después tomaré la
decisión.
Y mientras seguiré
con Eva y leyendo el Times -sección de Internacional- así como los
periódicos nacionales. Y machacándome en el gimnasio. En cuanto a
escribir...
Ya colaboro con el
diario La Opinión. El martes de la próxima semana tengo una
entrevista con Santiago Romero, en la que sin lugar a dudas quedará
definida mi colaboración.
Me ofreceré
gratuitamente pues ya tengo una pensión de la que vivo y sustento a
mi familia.
Y sin lugar a
dudas aceptarán, pues de hecho ya me han publicado un artículo de
Opinión sobre la guerra de Siria.
Kiko Cabanillas.
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