Fue mi alumno Ibrahim quien me regaló
el reloj mágico.
“Verás Kiko: Retrasarás el minutero
hasta 59 minutos y la vida dará marcha atrás por ese espacio de
tiempo. Tiene muchas ventajas. Y tu serás la única persona que
podrás variar lo que suceda transcurrido ese tiempo”.
“Yo ya lo he usado demasiado. Y
transcurrido un tiempo deberás regalarlo. Tranquilo que serás
avisado cuando esto suceda”, añadió.
Hice varias pruebas y efectivamente
funcionaba. La impresión era inmensa.
Sin pensármelo dos veces me fui al
bingo y gané mucho dinero siendo capaz de prever los resultados.
Acto seguido me fui a Inglaterra a
participar en las apuestas de carreras de caballos. Y también
obtuve grandes beneficios.
Lo que no me podía explicar era por
qué Ibrahim no se había hecho rico. Luego supe que si había
conseguido grandes beneficios pero que lo había mandado todo a
África a casa de sus padres.
Seguí ganando dinero por los métodos
señalados hasta que un día un mulato llamó a mi puerta y me dijo:
“Kiko ha llegado la hora de que regales el reloj. Tienes que
hacerlo antes de 24 horas o el peso de Belcebú caerá sobre tí”.
Como no elegí para ello un inmigrante
pobre de solemnidad. Y le indiqué cómo podía hacer para conseguir
dinero con el nuevo regalo.
Al cabo de dos semanas pude constatar
que Joseph -el inmigrante- había hecho una sustanciosa donación a
Ecos do Sur ONG y que había alquilado un piso muy amplio en el que
daba cabida a los inmigrantes sin techo.
Ciertamente no me había confundido.
Kiko Cabanillas.
Kiko Cabanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario