15 de septiembre de 2016

-Súbito adelgazamiento.

Recuerdo que cuando me levanté me encontré raro. Al salir de la cama me cayó el pantalón del pijama. Y me notaba ligero como una pluma.
Llevaba dos meses a régimen y ya había adelgazados doce kilos. Estaba en 116.
Entonces entré al cuarto de baño y me miré al espejo: Debía estar soñando. Mi barriga había desaparecido.
Para cerciorarme bajé al piso de abajo y me subí a la báscula: Setenta y cinco. No podía ser. Debía estar estropeada. Me duché y desayuné.
Y al tratar de vestirme comprobé que todos los pantalones se me caían.
Me vestí con ropa deportiva y me fui a mis clases de español para inmigrantes.
Allí estaba mi compañero Alfredo, quien me dijo: “¿Tú debes ser el hermano de Kiko?.
“No, Alfredo soy Kiko”...
“Claro, es broma, soy su hermano. Pero me ha pedido que de clases por él. No puede venir”.
Todo siguió esta dinámica durante todo el día.
Pero no podía ser eternamente.
Así es que me fui a dormir con la esperanza de que todo hubiese cambiado al despertarme.
Y así fue.
Cuando abrí los ojos enseguida noté mi oronda barriga. De un torpe salto me incorporé y fuí ma desayunar: Huevo pasado por agua, galletas y café.
Me duché con parsimonia disfrutando con la caída del agua sobre mi barriga.
Y pronto comprendí.
Había sido una señal.
Ese día acabaría mi régimen.
                         Kiko Cabanillas.

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