26 de mayo de 2016

¿Sólo?

Acababa de escribir. Y como siempre me dirigía al cuarto de mi hijo Santi -Síndrome de Down- para ver como dormía en la litera de arriba. Roncaba levemente o respiraba fuerte. Yo me sentaba en el “puff” que hay a los pies de su cama.
Allí tirado pensaba en relatos cortos que escribiría al día siguiente.
Y también reflexionaba sobre la capacidad para disfrutar de la vida que tiene Santi.
Un paseo por el paseo marítimo, un helado. No pedía más para ser feliz.
Y en el cuarto de al lado está mi hija Julia que, aunque me estropee el ordenador una vez por semana, me tiene muy feliz por ser unas joven muy inteligente y sensible. Estudiaba Derecho en Santiago. Pero pasaba los fines de semana y las vacaciones conmigo.
¡Cómo pasa el tiempo “Ju”!. Anteayer te daba paseos en tu carrito por el paseo marítimo. Y ayer fuiste a votar conmigo para estrenar tu mayoría de edad.
Pero a Julia no la puedo molestar de noche porque no me perdonaría que interrumpa su sueño.
Así es que bajo al salón -vivo en un duplex- y leo poesía mientras me entra el sueño.
Mi mujer duerme desde las doce, o más tarde si se ha quedado a leer.
Cuando yo me retiro a mi cama en ocasiones hablamos de literatura o de los hijos.
A veces también le cuento el argumento de los relatos cortos que escribo. Y siempre me hace una visión crítica de los mismos.
Ya cansado y envuelto en el calor de la familia me duermo. Me despierto inexorablemente a las siete de la mañana. Cuando escribo con la mayor lucidez. Y procurando no hacer ruido.

Esta sería una hermosa escena. Pero la verdad es que vivo sólo, pues mi mujer se ha separado de mí y se ha llevado a los niños a Madrid. A mi me quedan mis inmigrantes, mis libros y mi patológica imaginación.
Kiko Cabanillas.

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