30 de mayo de 2016

Sabios consejos.

Acabo de regresar de la compostelana Lamas, de la casa de mi padre, donde vive con Maló y Vento (ente canino).
Pasamos un agradable fin de semana, que comenzó tras concluir mis clases de gallego en mi casa.
Comimos una fabada deliciosa, que había hecho la doméstica y cocinera, María.
Juan Marsé: “La muchacha de las bragas de oro”, fue el libro que en esta ocasión me llevé de la biblioteca paterna. Y que una vez leído pasará a engrosar el cuerpo de los libros a devolver a mi padre. Yo también le dejo ocasionalmente alguno: Luis García Montero, entre otros.
Sabias palabras de mi padre después de leer mi blog literario: Debes seguir escribiendo para ti y los tuyos. Olvídate de publicar: Son tan pocos.
“Cada uno hace lo que puede. Y no tiene nada de malo escribir para uno mismo: A ti te ha ayudado mucho”, añadió.
Otra grata conversación versó sobre la amistad y el amor. Y partió de las premisa mía de que en política no se hacen amigos.
A lo que el me contestó que ciertamente la política es el colmo de la superficialidad, pero que el mundo continúa en la esfera personal. “Para publicar necesito un padrino del mundo editorial y no lo tengo”, aseveré yo.
Mi padre acaba de cumplir ochenta años. Y la sabiduría de los que han recorrido un largo camino está impresa en él.
Vienen a su mente recuerdos como el de aquél periódico de Pontevedra en el que escribió su primer artículo. O los saberes constantes de la editorial Losada y su estancia en la Argentina de donde se trajo innumerables libros de Neruda.
Dimos, como todos los fines de semana que voy a verle, un agradable paseo por los caminos y corredoiras de las proximidades. En ellos se para mi padre a hablar (en gallego) con los paisanos vecinos. Y cada cual tiene su historia.
Ya en casa llamo a mi pater familia para informarle de que he llegado bien. Y me dispongo a escribir.
                           Kiko Cabanillas.

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