31 de mayo de 2016

Santi en casa.

Mi ex-mujer y mis hijos van a venir a casa en verano. El mes de agosto.
Ya estoy ordenando todo mi caos de libros, apuntes y cacharros de cocina para hacerles la vida más llevadera.
La mesa del salón la tengo con mi diccionario y los cinco o seis libros que estoy leyendo.
Sí, sí leo muchos libros de narrativa a la vez. Intercalándolos siempre con Poesía.
Cada texto tiene su momento.
Pero la verdad estoy aterrado con que ordenen mi desorden ordenado.
Cada objeto tiene su sitio, por muy extraño que éste sea.
Y lo más importante es que va a venir Santi. Va a retornar a mi vida, de la que nunca se fue del todo. Helados en el paseo marítimo. Mordiscos. Risas.
El me da el equilibrio que tanto me falta.
Alegría. Reto.
Soy su profe, su terapeuta, su amigo y su PADRE.
Está en un colegio estupendo de Madrid, donde vive con mi separada mujer.
Y yo en La Coruña rezo por que vengan pronto.
Le leeré cuentos sin que los comprenda, pero las magia de la lectura sí que le llegará.
Le cocinaré su plato preferido: Espagueti al burro.
Y helados.
Y con suerte también estaré con Julia, quien tras haber aprobado todo en primero de Derecho supongo que parará poco por casa.
Pero también les cocino a ella y a sus amigas. Aunque en muchas ocasiones me limito a pedir pizzas para todos.
Compañeras de instituto que están también comenzando la carrera y que están en esa edad que las mujeres empiezan a ser claramente adultas, y los niños seguimos siendo unos pipiolos.
A Santi se lo comen a besos. Y él encantado.
                                       Kiko Cabanillas.

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