Mi ex-mujer y mis
hijos van a venir a casa en verano. El mes de agosto.
Ya estoy ordenando
todo mi caos de libros, apuntes y cacharros de cocina para hacerles
la vida más llevadera.
La mesa del salón
la tengo con mi diccionario y los cinco o seis libros que estoy
leyendo.
Sí, sí leo
muchos libros de narrativa a la vez. Intercalándolos siempre con
Poesía.
Cada texto tiene
su momento.
Pero la verdad
estoy aterrado con que ordenen mi desorden ordenado.
Cada objeto tiene
su sitio, por muy extraño que éste sea.
Y lo más
importante es que va a venir Santi. Va a retornar a mi vida, de la
que nunca se fue del todo. Helados en el paseo marítimo. Mordiscos.
Risas.
El me da el
equilibrio que tanto me falta.
Alegría. Reto.
Soy su profe, su
terapeuta, su amigo y su PADRE.
Está en un
colegio estupendo de Madrid, donde vive con mi separada mujer.
Y yo en La Coruña
rezo por que vengan pronto.
Le leeré cuentos
sin que los comprenda, pero las magia de la lectura sí que le
llegará.
Le cocinaré su
plato preferido: Espagueti al burro.
Y helados.
Y con suerte
también estaré con Julia, quien tras haber aprobado todo en primero
de Derecho supongo que parará poco por casa.
Pero también les
cocino a ella y a sus amigas. Aunque en muchas ocasiones me limito a
pedir pizzas para todos.
Compañeras de
instituto que están también comenzando la carrera y que están en
esa edad que las mujeres empiezan a ser claramente adultas, y los
niños seguimos siendo unos pipiolos.
A Santi se lo
comen a besos. Y él encantado.
Kiko Cabanillas.
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