Fui nombrado
”Editor” del Facebook de Área Central, me subieron una
contraseña pues no me acordaba de la antigua, y me dijeron que “Me
gusta esta página”, “Compartir” y “Área Central”.
“Publicar”. “Programar publicaciones”. Todo parecía
sencillo, pues no pasé de “Me gusta...”.
Tere me explicaba
todo con mucha paciencia y calma. Todo parecía haber sido entendido.
Pero al llegar a casa se complicaba.
Tras dos horas
intentando entrar en Facebook fue cuando lo noté: Mis ojos se
habían trasladado adelante y mi frente se alineaba con los mismos.
Me achataba.
Al principio
pensé que no era más que una sensación del estrés acumulado. Pero
entré al cuarto de baño y...
Efectivamente
tenía una caja por cabeza, perfectamente cuadrada.
Al salir del baño
choqué con el marco de la puerta.
Era una respuesta
psicosomática al estrés informático sufrido.
Me volví a sentar
al ordenador y mi cabeza se convirtió en un perfecto cuadrado que
crecía por momentos. Tenía un serio problema.
No sé por qué me
vino la idea a la cabeza de que leyendo poesía contra restaría el
mal influjo de Facebook. Y así fue.
Aparté el teclado
y cogí “La promoción poética de los cincuenta”.
Según iba pasando
poetas mi cabeza parecía retornar a su medida habitual.
Al cabo de varios
días, desechada ya la compulsión informática y entregado a la
lírica, le comenté lo sucedido a mi médico de cabecera -y
escritor- Pablo Vaamonde. Quien se rió mucho y me dijo: Ya sabes,
no vuelvas a traicionar a la Poesía, no admite amantes múltiples.
Como siempre el
maldito espíritu, que no admite desamores ni traiciones.
Lo de la cabeza
cuadrada no es sino un ejemplo de lo que hace cuando se siente
traicionado.
“Yo siempre
estaré contigo
Poesía mía...”.
Kiko Cabanillas.
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