Tras enviarle a mi
mujer por correo las multas que tuve que pagar en el banco y otra
multa que me vino del Ayuntamiento, llamé a mi padre para contarle
el sucedido. Y para decirle que me tenía que separar legalmente
porque no podía estar manteniendo a mi mujer y a sus multas en
Madrid.
Mi padre tras
mostrar su indignación me dijo que ninguna decisión de
transcendencia se tenía que tomar en caliente. Y que él veía que
mi situación actual no era nada mala, con mis hijos y mi mujer
viviendo en Madrid. Aún así veía que a largo plazo debería
separarme por el tema económico.
Cariñoso y
eficiente estuvo mi padre. Y a mi propuesta de que hablase con mi
suegro me dijo que este era un asunto muy personal y que debería
resolverlo yo.
“Pero si no me
hace ni puto caso”, alegué.
Similar actitud
tuvo mi hermano Eduardo, a quien llamé a continuación
Me dijo que si no
me separaba era por mí mismo, única y exclusivamente. Ya que si lo
tenía claro era todo fácilmente ejecutable.
“¿Quién te
impide separarte?”, me preguntó Eduardo.
Y tras reflexionar
un rato...le contesté: “Yo”.
“Efectivamente
tu nunca lo has tenido claro. Si ahora lo tienes es todo muy
sencillo”.
Y mientras
pensaba...
Sí pero como
olvidar esos cuatro días en la cabaña bereber del desierto del
Sáhara.
“¿Cómo
arriesgarme a dejar de ver a mis hijos. Especialmente a Santi y su
maravilloso Síndrome de Down?”.
“Sí, pero es
inevitable. El amor ha muerto y tal como dice mi hermano Eduardo
estoy tan sólo a mitad de mi vida. Otro amor, ¿por qué no?”.
Viene en Agosto mi
mujer a casa. Y hablaré con ella. Y si no quiere -por consejo de
Javier- debo insistir con mucha educación y respeto. Y sobre todo no
perder los nervios y mantener siempre la calma.
Kiko Cabanillas.
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