25 de mayo de 2016

Capítulo II: Multas contra Amor.

Tras enviarle a mi mujer por correo las multas que tuve que pagar en el banco y otra multa que me vino del Ayuntamiento, llamé a mi padre para contarle el sucedido. Y para decirle que me tenía que separar legalmente porque no podía estar manteniendo a mi mujer y a sus multas en Madrid.
Mi padre tras mostrar su indignación me dijo que ninguna decisión de transcendencia se tenía que tomar en caliente. Y que él veía que mi situación actual no era nada mala, con mis hijos y mi mujer viviendo en Madrid. Aún así veía que a largo plazo debería separarme por el tema económico.
Cariñoso y eficiente estuvo mi padre. Y a mi propuesta de que hablase con mi suegro me dijo que este era un asunto muy personal y que debería resolverlo yo.
“Pero si no me hace ni puto caso”, alegué.
Similar actitud tuvo mi hermano Eduardo, a quien llamé a continuación
Me dijo que si no me separaba era por mí mismo, única y exclusivamente. Ya que si lo tenía claro era todo fácilmente ejecutable.
“¿Quién te impide separarte?”, me preguntó Eduardo.
Y tras reflexionar un rato...le contesté: “Yo”.
“Efectivamente tu nunca lo has tenido claro. Si ahora lo tienes es todo muy sencillo”.
Y mientras pensaba...
Sí pero como olvidar esos cuatro días en la cabaña bereber del desierto del Sáhara.
“¿Cómo arriesgarme a dejar de ver a mis hijos. Especialmente a Santi y su maravilloso Síndrome de Down?”.
“Sí, pero es inevitable. El amor ha muerto y tal como dice mi hermano Eduardo estoy tan sólo a mitad de mi vida. Otro amor, ¿por qué no?”.
Viene en Agosto mi mujer a casa. Y hablaré con ella. Y si no quiere -por consejo de Javier- debo insistir con mucha educación y respeto. Y sobre todo no perder los nervios y mantener siempre la calma.
                                                        Kiko Cabanillas.


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