24 de mayo de 2016

Multas contra Amor.

Dos multas que ascienden a un total de 190 euros. Provenientes de Madrid.
Eso es todo lo que tengo de mi mujer, que además se enfada muchísimo cuando se lo digo.
Y yo a pagar y a callar.
Pues no. Quiero la separación legal de una puta vez.
Y creo que le pediré a mi padre que hable con Don José, mi suegro, para ver si a él le hace caso.
Dinero. A eso se reduce toda separación. Especialmente doloroso en mi caso porque mi mujer no tiene trabajo ni pecunio.
El caballero de la triste figura se pasea por sus resquemores y el amor se va convirtiendo en odio y desprecio.
No. Es la madre de mis hijos. No puedo pensar así.
Pero es que en este trance no puedo pensar de otro modo.
Mi vida se haya completa a nivel laboral entre la ONG “Ayudando” y mi labor llevando el Facebook en el centro comercial “Suspiros”. Debería ser feliz. Pero no. Hay una persona con la que me casé hace más de veinte años que se empeña en lo contrario.
Le envío media pensión todos los meses y encima tengo que aguantar que es su padre el que mantiene a mis hijos.
Deteriorada relación, que está a punto de entrar en la exclusiva intención de causar daño sin más.
Pediré consejo a mi hermano Javier, que es de una eficacia y un pragmatismo asombroso.
Usaré, si se deja, a la fuente de autoridad que posee mi padre.
Y le pediré a mi hermano Chemi que le rompa una pierna a mi ex.
Bueno que no es mi ex. Quien me diera.
Yo siempre fui favorable del matrimonio civil, e incluso de las parejas de hecho. Pero accedí por la familia. Fue un error.
Y ahora a ver como acaba la historia. Os contaré...
Kiko Cabanillas.

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