La fiesta culinaria de este sábado
comenzó en el bar de Modesto: Un vermú -con un poco de ginebra- y
un pincho de tortilla.
De allí me fuí teledirigido a la
calle Pondal: Al restaurante mexicano "Tamarindo", donde fui
maravillosamente atendido por Miguel y poco después por su madre
Inés.
“Hoy tenemos unas zamburiñas con
aguacate y muy especiadas”, dijo Miguel. “Venga”, señalé.
Y de primero unos nachos con una salsa
de cebolla formidable. Todo ello regado por dos piscos sawer.
Como iba sólo estuve whatsapeando con
mis hermanos Javier y Chemi. Les di mucha envidia.
Y de postre admití la sugerencia de
Miguel, que era un dulce con especias.Al que me invitó..
Acto seguido fui informado de los
distintos tipos de Tequila que había.
Me decidí por el más caro
-indudablemente el mejor- y lo acompañé de un cortado.
“¿No tendrás un puro Miguel?”.
“Espera...”.
Y apareció con un papel plata y varios
puros en su interior. “Míralo y dime si están bien. Llevan mucho
tiempo aquí”, señaló.
Lo único me pidió que lo fumase en la
puerta pues no estaba permitido fumar en el restaurante.
Pero bueno...pensé, y la próxima
prohibición será en los toros. Pero dónde sabe mejor un puro que
después de comer.
Eché de menos a José, antigua pareja
de Inés, de las que acabó separándose. E Inés comenzó a trabajar
con su hijo Miguel. A mi José me había conquistado por las gracias
que le hacía a mi hija Julia, con la que íbamos a comer muchos
sábados.
Hay muchos restaurantes mexicanos mucho
mejores, sobre todo en Madrid, pero carecen del poder de santuario
que tiene “Tamarindo”.
Es mi reducto, mi cueva escondida y mi
querido mexicano.
Kiko Cabanillas.
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