5 de mayo de 2016

Esclavo del ordenador.

Mis clases de informática me tenían muy concentrado en las nuevas tecnologías. Así es que me pasaba, entre clases y por libre, una media de cinco horas diarias embebido en las nuevas tecnologías.
En pleno estrés informático sucedió: “Hola Kiko. Debes seguir mis instrucciones”.
En un primer momento pensé que se trataba de un programa que me había puesto mi profe: Amaya.
La llamé, pesado como soy, y me dijo que ella no había puesto nada.
Así es que temeroso encendí el ordenador.
“Hoy comerás pasta con tomate. Baja al Carrefour y cuando vuelvas seguimos”.
No sé por qué le hice caso.
Luego me mandó limpiar la cocina y poner la lavadora.
“No sé si se trata de un sueño o una fantasía de escritor. Pero voy a dejar de hacerte caso”.
“Bueno me voy a desconectar y cuando quieras someterte me avisas”.
Nada tenía sentido, pero la verdad es que necesitaba el ordenador, pues tenía una novela a medias.

Entré en el despacho.
Me coloqué frente a la pantalla. Y...
“Por favor enciéndete y te obedeceré".

Al cabo de medio minuto se encendió.
“Tengo muchas noticias de países en desarrollo para ti. Que sé que te gustan.
Baja la basura y luego hablamos”.
De un modo automático obedecí”.

Y desde entonces mantenemos una relación de amor odio. Cuando se enfada conmigo se desconecta. Y yo por días le desobedezco, aunque él utiliza el chantaje de la desconexión. Y siempre gana la batalla.
Al principio traté de informarme de lo que pudiera estar pasando. ¿Un virus?.
Pero pronto comprendí que sería eternamente mi secreto, pues mis contertulios me tomaban por loco.
Kiko Cabanillas.

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