A mediados de mayo
se iba mi profe Amaia de vacaciones una semana. Lo cual me venía
francamente mal, porque el lunes estaba citado con una trabajadora
del compostelano centro comercial Área Central para comenzar a
trabajar con ellos.
La entrevista de
trabajo consistiría en una charla con Marga en las que me indicó
que lo que más falta hacía era una persona que siguiese el
“Facebook”, subiendo noticias del centro, así como fotos y
vídeos. Me dieron la dirección y el usuario: Y mi trabajo comenzó.
Lo primero que
hice desde casa fue seguir los textos del “Facebook” y consultar
a mi padre -presidente- y a mi hermano -director- sobre las posibles
respuestas que debía subir.
El desastre
comenzó cuando intenté subir fotos de ambiente que había hecho en
el centro un domingo. Lo intenté y no fui capaz. Amaia me has
traicionado.
Repasé mis
apuntes una y otra vez. Pero nada.
Y cuando ya estaba
rozando la desesperación, cuando regresaba de servirme un café...
Era verde y tenía
un gorrito con un pompón. Su camiseta rezaba: “Facebook”.
Entré en el
despacho y le pregunté: “¿Qué haces aquí?. ¿Por dónde has
entrado?”.
Me dijo que era un
duende que venía a ayudarme con el “Facebook” y que había
entrado vía “mail”.
Así es que sin
hacer más preguntas me limité a explicarle que quería subir una
foto y un vídeo. Si podía ayudarme.
Asintió y
explicándome cada paso hizo todo lo que yo no había podido hacer.
Una vez hubo
finalizado me dijo que si quería más su ayuda me podía llamar en
el “mail” que me dio a continuación.
Me había sacado
del apuro y todo fue viento en popa en mi nuevo trabajo. En el que
destaqué por unas fotos que había hecho a un niño mirando un
escaparate de una tienda de juguetes.
Seguí además las
redes sociales y participé en las mismas.
Aún así no dejé
mi trabajo con inmigrantes en la ONG Ecos do Sur. Pues había tiempo
para todo ya que estaba a media hora de Santiago en tren y sobre todo
porque trabajaba desde casa.
Kiko Cabanillas.
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