Primero fue la llamada de mi padre: “He leído tus relatos. Y
deberías dejar de escribir en
primera persona y cambiar los nombres
reales”.
“Pero papá si yo soy periodista y escribo de lo que pasa. De
lo que me pasa a mí”, respondí.
“Un buen novelista se tomaría el trabajo de poner otros
nombres”, añadió.
Fue ganando en irascibilidad y me dijo: “Y las cosas que
dices de ella. No ves que le molestarán”.
Bueno lo voy a pensar...
Así lo pensé y voy a mantener la primera persona. Y en cuanto a
los nombres es posible que los cambie. Pero sólo posible. Es mi compromiso con
la Poesía la que me lo impide.
Además...Mi mujer es ella. Clotilde sería otro libro.
Tras escribir “La eterna cola” fui a dar un paseo y a tomar
una cerveza.
“Vamos a probar aquí”, me dije mirando fijamente al pub
“Moon”.
Pasé al interior y descubrí una espaciosa terraza, donde me
instalé cómodamente.
Al rato vino una jovencita a atenderme.
Morena. Con blusa de seda a través de la cual se apreciaban
unos turgentes pechos.
“¿Qué quieres?”, me preguntó.
Entonces saqué mi libreta y me puse a tomar notas para mis
relatos.
Permanecí un rato en este menester, pero pronto quedé sumido
en el mas maravilloso estado de postración frente al mar y a la Torre de
Hércules.
Pudieron pasar unos 50 minutos al cabo de los cuales la de
los pechos turgentes y una compañera vinieron a mí y me preguntaron: “Perdona
que te molestemos pero es que tenemos una
apuesta: ¿Eres escritor?”, dijeron. “Eso intento, pero estoy empezando”,
contesté.
“Pero ya que estáis aquí: ¿Os puedo invitar a una cerveza?.
“No nos dejan beber en horas de trabajo...”.
“Bueno pues venís a
casa y os invito a un whiskys.
Estuvieron de acuerdo
y tras esperar a su hora de salida nos dirigimos a casa.
Música, copas...
“¿Cuál te gusta más?”, preguntó la compañera.
“La de los pechos turgentes”, contesté.
“Las dos tenemos buenas tetas”, objeto la más morena.
“¿No tendré la suerte de que seáis bisexuales?”, pregunté.
“Cómo lo sabias”,
destacó María-pechos-turgentes.
Y a partir de ese momento comenzó el espectáculo.
Se amaban, peleaban, mordían, chupaban, herían...
Todo ello en el sillón del living. Hasta que les indiqué que
fuéramos a la cama del piso superior.
Así lo hicimos y yo me convertí en el objeto del deseo.
Éramos tres besando, fornicando y suspirando..
María y Teresa me dieron todo.
Dormimos unas dos horas y ya de mañana les preparé un
desayuno americano: Huevos, Corn Falkes, café con leche y una pieza de fruta.
Zumo de naranja.
“Voy a seguir yendo al “Moon” pero no podría aguantar este
ritmo por mucho tiempo.
“No te preocupes sé de
buenas vitaminas. Y el gin sen es fantástico. ¡Tú a joder!.
Kiko Vacanillas.
Kiko Vacanillas.
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