10 de agosto de 2015

El taxista que era Dios

Lo primero que me llamó la atención del taxista que me acababa de parar era el pendiente que lucía en su oreja izquierda. ¿Cuál era el de los gays el de la izquierda o el de la derecha?
Pero mis elucubraciones se vieron interrrumpidas por la voz grave y tajante del conductor, quien me dijo: - Esta es la historia de un periodistas que sufre un TCE (Traumatismo Cráneo Encefálico) como consecuencia de un accidente de trafico. Después comienza a trabajar como voluntario de organizaciones humanitarias y acaba siendo presidente de la ONG Ecos do Sur. Ama el tercer mundo y a sus amigos de la calle.
¡Gilipollas!, le dijo a un coche que se cruzó.

-Perdone...es mi vida. ¿Nos conocemos?

-Vivió sólo tras la separación. Su casa es un refugio para los inmigrantes.
Comenzó acogiendo a un africano que no tenía donde ir. Acabó como una auténtica casa de acogida.
En este domicilio impartían sus moradores clases de Olof.
Y su propietario: Kiko: Tú, acabaste enamorándote de una keniata.
Ella consintió.

-¡Increible!, dije.

Y ahora paisaje dentro de cinco años:
En la casa los inmigrantes distribuían tareas: Cocina, limpieza...
El teléfono fijo había sido retirado para evitar disgustos.
El hijo de Kiko y Sheila era sin duda el más mimado.
En el salón se colocaban las mercancías de los vendedores ambulantes. Ya que tu les había convencido de que dejasen de comprar a mayoristas y comprasen directamente en el taller.

Tú vendías con ellos. Y escribías los  demás días.
Y es que tu editor estaba pendiente de todo lo que hacías. No sólo de la escritura.
Digamos del alma

Fin del trayecto. ¡Hemos llegado!. ¡Hasta siempre querido!.


Kiko Vacanillas.



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