Sábado. Como siempre con mi bolsa de deportes me dirijo a la coruñesa Casa del
Agua a hacer pesas. En los vestuarios me visto de deporte y asciendo a la sala,
donde preparo las pesas: La barra y
quince kilos a cada lado.
Quiero hacer cuatro repeticiones de doce tandas cada una.
Press banca.
Pero en la segunda repetición algo falla.
Y de repente...
Mi compañero se queja con gritos muy agudos.
“No te preocupes, saldremos de aquí”, dice.
“¡No sé donde estoy!”, exclamo.
“Llevaste un fuerte golpe en la cabeza. Pero no es grave”,
afirma.
“Me puedes explicar...”, digo.
“Bien. Verano de 1938. Somos soldados del ejército de las
Segunda República. Tras las perdidas de las
batallas de Teruel y de la Alfambra Negrín decidió tomar la inciativa y
presentar batalla a los nacionales en un frente establecido por el río Ebro.
Pero ha sido un desastre: Hablan de 100.000 bajas entre los dos ejércitos. Tras
la mayor y más sangrienta batalla de la
Historia de España, se podría decir que hemos perdido la guerra.
Estamos en un hospital de campaña del frente del Ebro. A ti
te darán de alta en breve, pero a mí me tienen que coser...”, señaló mi colega.
En ese preciso momento entró un herido al que llevaban en
volandas dos milicianos.
“Pero...Si es...
No, no puede ser...
Leopoldo María Panero. Pero
¿no habías muerto el año pasado?.
Me mira fijamente y dice: ¿Y qué es la muerte?. ¡Una
ilusión!.
Aturdido y confuso me levanto de la camilla y...
Un sanitario me mira fijamente y me pregunta: “¿Cuántos dedos
hay aquí?”.
Pronto comprendo todo según me cuentan: Efectivamente estaba
haciendo pesas y un disco de quince kilos se salió de la barra y me golpeó la
cabeza.
Por suerte sólo me dio de refilón. Aún así perdí el
conocimiento durante diez minutos. Y ahora estoy en la enfermería del gimnasio.
Pero...¡Yo estuve en la batallas del Ebro!
Kiko Vacanillas.
Kiko Vacanillas.
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