Inesperadamente, la llave se rompió y se quedó la mitad
metida en la cerradura.
Intenté sacarla pero era imposible. Haría falta un alicate o
similar.
Por lo que decidí llamar a un cerrajero. Internet con el
móvil. Y maravilloso. Ya estaba de camino. ¿Cuanto me cobraría?. Fui al cajero
y saqué cien euros. Más imposible, creo.
A todo esto, en las dos horas y media que habían pasado ya se
había juntado un número considerable de vecinos. Les sugerí que entrasen por el
garaje. Y así lo hicieron.
Pasaba el tiempo. Y ya claramente impaciente y cabreado
decidí romper el cristal para abrir la puerta.
Pero...La piedra rebotó y me machacó una mano.
Entonces José (el portero) dijo que llamaría a un amigo
delincuente que nos ayudaría.
Pero una vez hubo llegado Ernesto, ni con una ganzúa pudo
realizar la faena.
A esto llegó la noche. Y fue entonces cuando hizo presencia
Severino, borracho de oficio y actitud vital.
“Ésta puerta quedará pechada Ad Aeternum”.
Y acto seguido el amante del OH comenzó una interesante
disertación sobre Sócrates y sobre los Peripatéticos. De ahí pasó a Saramago y
a la Generación de los 50.
Es el “fatum”. La puerta permanecerá cerrada, porque así el
todopoderoso lo ha querido. Dijo.
“Es absurdo pero real. Muy real. Jamás pasareis por la puerta
CONDENADA.
Kiko Vacanillas.
Kiko Vacanillas.
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