10 de agosto de 2015

Carnicería humana

Tenía el deber doméstico familiar de ir a “Paco” a comprar carne. Así es que antes de ir a trabajar me dirigí a la carnicería.
“¡Buenos días Paco!, dame cuatro buenos filetes”.
“Marchando”, contestó Paco.
Y tras afilar un cuchillo sacó una pieza de carne y la puso sobre el mostrador.
“Horror, no puede ser. Serán figuraciones mías”, exclamé.
La pieza de carne respondía físicamente a un cuerpo humano. Y allí en lo alto una cabeza sin ojos.
“Paco ¿que pieza de carne es esa?.

“Si ya lo sabes ¿para qué preguntas?”, señaló el carnicero.

“Pero... ¿eso se puede comer?.
“Y está delicioso”, respondió Paco. “Si no no te lo daría”, añadió.

Y ya aturdido le dije: “Bueno, que sea en filetes finos, por favor”.

Entonces llegaba una furgoneta para descargar material.
Y cuál fue mi sorpresa cuando en una bandeja pude observar con total nitidez dos cabezas humanas, además de muchos miembros seccionados.

Paco cogió de la bandeja un cuerpo de  varón gordo y lo colgó de un gancho del mostrador.

“Pero dime Paco ¿No tienes ternera?.”, pregunté.

“Sí pero esta es mucho mejor”, contestó.

Acto seguido entró en la tienda una mujer histérica que dijo: “Ese cuerpo es de mi Manolo”, “Sois unos asesinos, o cuando menos unos desvergonzados”.

Manolo falleció ayer, querida. Y pagamos un alto  precio por su cadáver. Tú debías  cobrar y callar.

Yo no daba crédito a lo que oía.

Pero por fin comprendí: Me había dicho el psiquiatra que no probase el alcohol bajo ningún concepto, si no quería confundir ficción con realidad.
¡No le había hecho caso y me había comprado una botellas de Martini en el Carrefour y otra de JB.

Pero es que...¡amaba tanto la creación!.

Kiko Vacanillas.



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