17 de febrero de 2016

-Soñé que soñé que flotaba.

De repente me desperté. Pero...
Estaba como a un metro de la cama. En el aire.
Flotaba libremente y me podía mover como nadando.
Debía estar soñando.
Así pues seguiría con el sueño. Me dirigí a la terraza. La abrí no sin claras dificultades. Y salí de casa. Veía los coches pasar debajo de mi.
Me disputaba el cielo con las gaviotas.
Ante el viento y la lluvia decidí entrar en casa de nuevo. Me dirigí al baño.
Accioné la ducha y el agua salía con normalidad. Era yo el único que había sido librado de la atracción gravitatoria.
Vivía sólo desde hace unos meses, así que no temí que me pudieran descubrir.
Tenía que aprovechar esta oportunidad, así que con grandes dificultades hice mi mochila con un par de mudas y un libro de Gil de Biedma.
¿Despedirme?
No, no lo entenderían.
Viaje sin retorno, probablemente sería.
Llamé por teléfono a mis hijos, a los que pude ver por mi Ipad, sin alertar a mi mujer de lo que ocurría.
Y, salté por la ventana.
Seguí la ruta del 14 y del 12A... Fuí hasta Santiago. Estuve descansando en la catedral.
Pero no voy a decir dónde más estuve. Tan sólo os haré sabe que las coordenadas espacio temporales no son algo rígido.
Viví en el pasado.
Lo peor fue que no pude interactuar. Incluso en tiempos de la Santa Inquisición temí por mi vida.
Toda mi aventura duró aproximadamente un año, pues conseguí que un chamán brasileiro me retornase a mi antigua vida gravitatoria.
Ahora ya no floto. Y muchos días lo lamento.
                                                   Kiko Cabanillas.


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