Estaba tumbado en el sofá del salón
de mi duplex coruñés cuando...
Una morena de pechos turgentes y amplia
sonrisa me dice: “Hola cariño”.
“¿Quién eres tú?, ¿por dónde has
entrado?”, dije.
“Soy tu mujer, Salomé. Y no he
entrado por ningún lado. Vivo aquí”. Y me dio un tierno beso.
“Verás Kiko, has tenido un accidente
de tráfico. Y como consecuencia del mismo un traumatismo craneal
(TCE), del que te estás recuperando.
Debido al TCE sufres: Ausencias,
lagunas, obsesiones y desorientaciones espacio temporales.
Al cabo de un rato: No es que
recordase, sino que me conformé. Nuevas situación, nuevas pareja.
Pero sus pechos turgentes fueron determinantes a la hora de decidir
abrazar la nueva vida.
Al día siguiente ya había recobrado
la memoria y efectivamente estaba casado con Salomé. Y ciertamente
sus pechos siempre me habían fascinado.
Lo comenté al neurólogo y me dijo que
ese tipo de ausencias eran muy comunes en casos como el mío. Así
como pérdidas de memoria reciente.
“Pues sí, no es la primera vez que
bajo en ascensor desde mi piso 16 al bajo. Y al llegar no me acuerdo
a dónde iba”, señalé.
“¿Hay algún método o terapia para
mejorar esta pérdida?”, pregunté.
“Sí las hay, pero yo
particularmente creo que lo mejor es dejar pasar el tiempo. Y por sí
mismo se recuperará”. De todos modos estos déficit son todavía
muy recientes -pues antes casi no había supervivencias de TCE- y por
lo tanto no hay terapias refutadas.
Así es que decidí dejar pasar el
tiempo y mientras utilizar estos desajustes literariamente, ya que
tenían indudablemente una importante carga poética.
Y asimismo me concentré en la suerte
que había tenido de vivir una segunda vida, en la que todo era
descubrimiento. Y en que estos eran siempre sumamente gratificantes.
Kiko Cabanillas.
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