14 de febrero de 2016

-Fantasía.

Era la primera vez que iba a ir a Lamas, a ver a mi padre, desde que me había separado. Y era también la primera ocasión que me animaba a ir conduciendo yo mi propio coche -un Diane 6-.
Mi médico de cabecera, Pablo Vaamonde, me había animado a adquirir el vehículo.
Así es que ni corto ni perezoso me dirigí a la aldea compostelana.
Conduje despacio y con especial cuidado en no confundirme, pues hasta ahora siempre había ido de copiloto con Ana, mi ex-mujer.
Muy concentrado hasta que por fin vi la iglesia...Había llegado.

Ya frente a la puerta de acceso a la finca hice sonar el claxon. Como nadie contestaba bajé y llamé al timbre dela puerta.
Tampoco contestaron.

Finalmente sale un desconocido y pregunta: “¿Qué desean?”.
“Vengo a ver a don Javier, que es mi padre”.

“Don Javier no vive aquí desde hace diez años. Nos vendió la casa. Y ahora creo que ha fallecido”.

“No puede ser si estuve aquí con él el mes pasado...En fin, ¿Me permitiría pasar un momento?”.
“Claro un hijo de don Javier es siempre bienvenido”.
Entré y observé que habían instalado una barbacoa en el jardín. Idea que yo ya había sugerido a mi padre en varias ocasiones. Otra novedad era la piscina cubierta. Lo demás seguía igual. También tenían varios perros como mi padre, aunque lógicamente eran distintos.

Sin saber cómo me desperté en A Coruña. Poco a poco caí en la cuenta de que lo que en realidad sucedió es que me había perdido yendo a Lamas. Y que había inventado una historia para justificar mi error. No había nuevos dueños, como pude comprobar llamando por teléfono a mi padre, con el que me disculpé por no haber acudido a la cita.
“El próximo fin de semana no fallaré”, le dije. Y así fue.
Kiko Cabanillas.

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