Era la primera vez que iba a ir a
Lamas, a ver a mi padre, desde que me había separado. Y era también
la primera ocasión que me animaba a ir conduciendo yo mi propio coche -un
Diane 6-.
Mi médico de cabecera, Pablo
Vaamonde, me había animado a adquirir el vehículo.
Así es que ni corto ni perezoso me
dirigí a la aldea compostelana.
Conduje despacio y con especial cuidado
en no confundirme, pues hasta ahora siempre había ido de copiloto
con Ana, mi ex-mujer.
Muy concentrado hasta que por fin vi la
iglesia...Había llegado.
Ya frente a la puerta de acceso a la
finca hice sonar el claxon. Como nadie contestaba bajé y llamé al
timbre dela puerta.
Tampoco contestaron.
Finalmente sale un desconocido y
pregunta: “¿Qué desean?”.
“Vengo a ver a don Javier, que es mi
padre”.
“Don Javier no vive aquí desde hace
diez años. Nos vendió la casa. Y ahora creo que ha fallecido”.
“No puede ser si estuve aquí con él
el mes pasado...En fin, ¿Me permitiría pasar un momento?”.
“Claro un hijo de don Javier es
siempre bienvenido”.
Entré y observé que habían instalado
una barbacoa en el jardín. Idea que yo ya había sugerido a mi padre
en varias ocasiones. Otra novedad era la piscina cubierta. Lo demás
seguía igual. También tenían varios perros como mi padre, aunque
lógicamente eran distintos.
Sin saber cómo me desperté en A
Coruña. Poco a poco caí en la cuenta de que lo que en realidad
sucedió es que me había perdido yendo a Lamas. Y que había
inventado una historia para justificar mi error. No había nuevos
dueños, como pude comprobar llamando por teléfono a mi padre, con
el que me disculpé por no haber acudido a la cita.
“El próximo fin de semana no
fallaré”, le dije. Y así fue.
Kiko Cabanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario