3 de febrero de 2016

-Piraña-

En una calle próxima a la Plaza de Galicia compostelana está ubicada la clínica del estomatólogo y dentista Luis García Varela. Allí me dirigí después de releer de noche “En Busca del tiermpo perdido”, de Marcel Proust. Hasta altas horas de la madrugada.
Llegué pues a las 11.00, hora a la que había sido citado. Me iban a hacer un implante: A colocar los tornillos para el mismo.
Así pues con el sabor de la magdalena de Proust en la boca me recliné en el sillón y abrí la boca.
“Te vamos a anestesiar, Kiko”. Y fueron varios los pinchazos para dormirme la zona intervenida.
Sin duda por lo poco que había descansado y también por la anestesia me quedé profundamente dormido. Eso sí, diligentemente con la boca abierta.
Luis trabajó concienzudamente durante cuarenta minutos. Y cuando hubo finalizado me despertó.
Vino Rosa, la enfermera, y colocándome un espejo en frente me dijo mira: Era pavoroso: Los dientes en una doble hilera parecían los de una piraña: Pequeños y puntiagudos.
Grité pero nadie pareció oírme,
Como si nada hubiese pasado Rosa se despidió de mí.
En el ascensor me miré de nuevo en el espejo. Y efectivamente: Una piraña voráz.

Fue entonces cuando me desperté.
Frente a mí estaba Luis Garía Varela, quien me dijo: ¡Menudo sueño tenías!.
Entonces llegó Rosa con su espejo: Todo dentro de la normalidad.
Me explicó que me habían puesto el tornillo de titanio para un implante.
Y que me avisarían cuando pasase un tiempo prudencial para evitar rechazos.

El implante fue de maravilla. Llevo más de un año con él.
Y culpo a Marcel Proust de haberme producido una puntual pesadilla. Y haberme trasladado al país en el que los sueños y la realidad se dan la mano amorosamente. Kiko Cabanillas.

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