En una calle próxima a la Plaza de
Galicia compostelana está ubicada la clínica del estomatólogo y
dentista Luis García Varela. Allí me dirigí después de releer de
noche “En Busca del tiermpo perdido”, de Marcel Proust. Hasta
altas horas de la madrugada.
Llegué pues a las 11.00, hora a la que
había sido citado. Me iban a hacer un implante: A colocar los
tornillos para el mismo.
Así pues con el sabor de la magdalena
de Proust en la boca me recliné en el sillón y abrí la boca.
“Te vamos a anestesiar, Kiko”. Y
fueron varios los pinchazos para dormirme la zona intervenida.
Sin duda por lo poco que había
descansado y también por la anestesia me quedé profundamente
dormido. Eso sí, diligentemente con la boca abierta.
Luis trabajó concienzudamente durante
cuarenta minutos. Y cuando hubo finalizado me despertó.
Vino Rosa, la enfermera, y colocándome
un espejo en frente me dijo mira: Era pavoroso: Los dientes en una
doble hilera parecían los de una piraña: Pequeños y puntiagudos.
Grité pero nadie pareció oírme,
Como si nada hubiese pasado Rosa se
despidió de mí.
En el ascensor me miré de nuevo en el
espejo. Y efectivamente: Una piraña voráz.
Fue entonces cuando me desperté.
Frente a mí estaba Luis Garía Varela,
quien me dijo: ¡Menudo sueño tenías!.
Entonces llegó Rosa con su espejo:
Todo dentro de la normalidad.
Me explicó que me habían puesto el
tornillo de titanio para un implante.
Y que me avisarían cuando pasase un
tiempo prudencial para evitar rechazos.
El implante fue de maravilla. Llevo más
de un año con él.
Y culpo a Marcel Proust de haberme
producido una puntual pesadilla. Y haberme trasladado al país en el
que los sueños y la realidad se dan la mano amorosamente. Kiko Cabanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario