Os lo voy a contar
tal y cómo sucedió, aunque sin duda alguna no me creereis.
Llegábamos mi
ex-mujer y yo a casa después de dar un paseo con Santi.
“Abre
Kiko”, me ordenó la ex-parienta.
“Hazlo
tú que yo no sé donde he metido las llaves”, contesté.
“Pues
espero que las encuentres porque yo me las he dejado en casa.
Entonces decidí
vaciar el bolsito que siempre llevo, en busca del metal.
Pero nada.
Cuando la
situación tomaba tintes neuróticos, Ana me dijo: No pasa nada
llamaremos a Julia.
“Venga
llámala”, dijo.
“Yo
me he dejado el móvil cargando la batería”. “Llama tú”,
señalé.
“Yo
tampoco lo tengo”.
Procuramos
mantener la calma para que no se pusiera nervioso Santi.
Y ya habían
pasado tres horas y empezaba a anochecer -suponíamos-.
Entonces fue cuando
concentrándome mucho imagine unas llaves. Notaba su frío. Y como
por arte de magia abrí la puerta de casa.
Le conté a Ana lo
que había sucedido...La magia...y todo eso. No me creyó.
Realmente no sé
si es que realmente llevaba las llaves en un bolsillo o es que
ciertamente se produjo un milagro. Cotidiano.
Kiko Cabanillas.
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