Fue ante todo mi nidito de amor con tu
madre.
Allí nos quisimos sin límite.
Estaba prohibido, así es que se
enfadaron conmigo y me echaron.
Yo además tampoco era un colegial
ejemplar: Hacía sólo lo que me daba la gana aunque lo hacía muy
bien.
Jugué al rugby en el equipo del
colegio. Y era muy bueno. Trabajé en el laboratorio de fotografía.
Iba mucho al cineclub. Tenía un
programa fantástico en la emisora de radio.
Pero sobretodo fue mi campamento base
para realizar todo tipo de viajes.
India, Nepal, Marruecos, Turquía...
Allí me documentaba y organizaba.
Pronto me pagaba los viajes con dinero
propio. Con lo que sacaba en colaboraciones en prensa.
Pero mayoritariamente extraía la
financiación del pater familia.
Hay gente que lo invierte en droga, me
decía.
Quería mucho a otros colegiales:
Gildo, Tomás, Chemi, el Moro, Antonio O Campo...
Fueron mi familia, además en un
momento en que mi auténtica familia se descojonaba: Mis padres se
separarían.
Yo lo que despreciaba sin límites era
ese orgullo excluyente de ser del San Pablo, como aquél que
pertenece a los mejores y los más ricos.
Yo siempre adoré la educación
pública.
Como sabéis estudié en el CEU la
carrera de Periodismo. Entre pijos insoportables.
Pero yo era un niño rico y allí debía
estar.
Mi condición social siempre me ha
perseguido como una maldición.
Con el tiempo me enteré con gran
satisfacción de que los primeros comunistas en Rusia fueron de muy
buenas familias.
Y yo lo era.
Esto es comunista y de buena familia.
Pero bueno es que los pobres no son
“buena” familia.
Sólo hay algo que me disculpa: No
podría haber accedido a la cultura que poseo de tener que haber
estado preocupado por qué comer.
En mi cuarto del colegio mayor vivía
también Acrata, mi periquito, que se escandalizaba ante los
encuentros amorosos de tu madre y míos.
Y tenía una tetera turca, en la que
hacía tés sin descanso e invitaba a mis amigos.
Desde el San Pablo y con otros
colegiales, como Gildo y Chemi, organicé mi viaje a la India, país
que recorrimos entero en tren. Viaje que marcaría mi vida como
ningún otro. En Calcuta trabajamos de voluntarios de la Madre Teresa
de Calcuta.
Y desde entonces la poesía vive
conmigo.
Su olor, su sabor, sus gentes, sus
paisajes. Es “El olor de la India”, de Pier Paolo Pasolini”.
Pronto comprendí que en los paises en
desarrollo vive el espíritu.
Verás Santi en países como el nuestro
sólo vale el dinero. Es lo único que se respeta.
Es el alma de occidente.
En los países en desarrollo no lo
tienen y sin embargo tienen mucho más alma que el más rico de
nosotros.
Así es que yo me dediqué desde
entonces en la búsqueda del alma, en países en desarrollo.
Pero volvemos al San Pablo: ¿Por qué
me echaron?.
Verás Santi yo era un colegial
incómodo como siempre lo fui para la clase social que me
correspondía por nacimiento.
No vestía como los pijos. No pensaba
como los pijos.
Amaba la poesía.
Y no sólo en los libros.
Amaba la poesía en la vida misma.
Abrazaba un comportamiento ético y
justo.
Para mi los países en desarrollo eran
mi hogar.
Tuve mucha relación con los misioneros
combonianos.
Cierto es que estuve a punto de ser uno
de ellos. Si bien me falló la fe.
Pero que miradas más bellas tenían
los combonianos.
Mi vida por esa mirada.
Pude haber acabado en una olla caníbal
entre zanahorias y patatas.
Pero antes de morir entre “chup chup”
habría conquistado la más bella de las miradas.
Comboniano.
Son tus ojos Poesía.
Tu fe inquebrantable.
Tu Amor eterno
Eres un ejemplo para la humanidad.
Vivís en lo que creéis.
Amáis donde vivís.
Vivís donde amáis.
En otra vida yo quiero ser comboniano.
Kiko Cabanillas.
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