Mi “Underwood” y yo,
somos amigos. Tenemos una mutua
relación de dependencia.
Nos necesitamos.
Comienza el día y ya estamos unidos.
Ella me brinda sus teclas, excepto la
“Z” que está averiada,
pero todas las demás están a mi
servicio. Además la “Z” la escribo con un rotulador negro.
Vienen a nosotros parejas, policías,
mendigos, inmigrantes...
Y cada cual con su historia deseando
que quede por escrito.
Vivo de lo que me dan por ellas.
Yo sobrevivo con el dinero que
libremente me brindan.
Pero el otro día conocí a un editor
muy interesante: Luis Mariñas,
en la Unión de Escritores,
en un acto que casi no había gente.
Yo falté unas horas a mi despacho para
acudir al encuentro con mis colegas.
Juan era nuevo en la Unión de
Escritores,
y estaba dispuesto a editarnos.
Le hicimos llegar nuestras quejas:
Sobre Amazón, de editoriales que no
pagan ni en modo ni en tiempo adecuados...
Juan nos explicó que tantos eran los
vicios adquiridos en el sector...
que el decidió abrir una editorial.
Y así hizo.
Y yo, desde mi despacho en la calle,
volvería a un oficina con un editor así.
Asomaría la cabeza sin duda.
Pero...
Es tal el grado de Poesía que tengo
ahora...
Además lo que escribo lo vendo a los
viandantes.
No tengo nada escrito.
Bueno y qué...Sería empezar desde
cero, pero libre del horror de las grandes editoriales.
Además Juan me da buen “feeling”.
Hace teatro y escribe como todos nosotros,
pero se hartó del mundo editorial
hasta tal punto que,
con el nombre de sus dos hijas ha
puesto en marcha una pequeña editorial.
Me siento como una prostituta a la que
ofertan dejar el trabajo en la calle.
Más comodidades, más dinero. Pero...
¿Y el alma?. Yo sin ella no soy nada.
Kiko Cabanillas.
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