Mi amigo Eduardo -también escritor- me
dijo que me podía conseguir medio huevo de hachís.
La verdad es que había olvidado los
maravillosos efectos del chocolate hasta que un día, en una fiesta
familiar de mi hermano Javier -a la que acudí haciendo un parón en
mi labor de escritor callejero- su amigo Paco me invitó a un porro,
que me relajó sobremanera.
Llegué a casa de noche y estaba en el
Nirvana bajo los efectos del hachís.
Así es que le pedí a Eduardo que me
consiga hachís.
Me dijo que podrías conseguirme medio
huevo, 30 euros. Y que me llevaría librillos de papel.
Ya me veo yo colocado de chocolate,
recordando buenos tiempos pasados.
El mejor chocolate que he probado fue
el turco, con un aceite que me impregnaba las manos.
El chocolate marroquí también es muy
bueno. Yo lo fumé en Pontevedra, pues por sus costas entraba esta
droga a espuertas.
Mi idea es liar en casa y llevarme los
porros a la calle para escribir bajo sus efectos.
Recuerdo con verdadera nostalgia mis
primeros pinitos con el hachís: En Pontevedra. Nito conseguía un
chocolate formidable.
Como eramos estudiantes nos limitábamos
a fumar medio talego entre cuatro. Lo cual tocaba a poco más de un
porro por banda.
Mis planes son: Fumar del hachís de
Eduardo poca cantidad, lo suficiente para poder rescribir bajo sus
efectos pero no por ello bloqueado ante el colocón.
Además como tengo problemas de
equilibrio temo que ante el fumeteo masivo pueda caerme. Y al vivir
sólo esto supone un verdadero peligro.
La cerveza es la mejor mezcla para el
cannavis, con lo cual me proveeré de la misma.
Mi amigo Eduardo, quien también sufrió
un TCE como consecuencia de un accidente de tráfico, me dio la
clave: Hay que fumar muy poca cantidad.
Lo cierto es que desde que mi nuevo
editor me ha cogido dos libros para editarlos si le gustan, mi
drogadicción a aumentado a ritmo apabullante.
Y aprovecho las últimas líneas de
este relato para pedir perdón por darle al chocolate el calificativo
de droga. Ni lo es. Ni tiene tantos nivele perniciosos como el
alcohol.
Las resacas del chocolate son casi
inexistentes. Y no te destroza el estómago y el vientre como sí
hace el alcohol.
Mis primeros porros.
En la Cruz dela Alameda de Pontevedra,
sabor prohibido,
Marginalidad.
“Outsiders”.
Sueños en vigilia.
Hambre compulsiva,
cerveza. Mucha cerveza.
Kiko Cabanillas.
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