17 de noviembre de 2016

-Olor a la India.

Me despierto miro el reloj: 5 a.m.. Estoy en un camastro de la “Salvation Army”, en Kali Kata (Calcuta). Llevo en Calcuta una semana trabajando de voluntario de la Madre Teresa de Calcuta.
Es increíble lo bien que huele esta gente cargados de porquería como van y sin el mínimo de medidas de higiene.
Yo trabajo de barbero.
Es fascinante para ellos: Alguien de la casta más baja afeitado por un occidental.
Asimismo, cuidan mucho el que el ambiente de los locales y casas huela bien. Utilizan para ello unas barritas que queman y producen olor.
Y luego las sonrisas, los saludos (“Namasté”). Son un placer estético.
La casta más baja no puede permitir que su sombra toque a un bramán, pues de lo contrario serían apaleados.
Y con estas diferencias sociales y esta falta de derechos fundamentales y libertades públicas, ¿Qué es lo que tiene la India, que fascina tanto?.
Pues bien, la India tiene espíritu.
Algo que desconocemos en el mundo capitalista occidental.
Eso mismo que vierten los jazzistas o los cantaores de flamenco. Lo que transmite el Arte.
Lo que contagia la mirada en los países en desarrollo.
Lo que posee este país: India, que tanto cautiva y tan bien huele.
Asimismo, fuimos a Nepal. Allí moran los niños más bellos del planeta.
La inmensidad del Himalaya.
La naturaleza en estado bruto
Un “sherpa esmirriao” y sonriente nos llevo a hacer un “treking” por la zona.

Luego de vuelta a Katmandú y de allí a Nueva Delhi y a España, donde seguí colocado durante años.

                                         Kiko Cabanillas.

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