La crisis de Boko
Harám se mantiene desde 2014, cuando 300 niñas fueron secuestradas
en Chibok, al sur. Violencia sin fin que ha provocado incendios,
violaciones, asesinatos, corrupción en el ejército, niños suicidas
con bombas adosadas. Y todo esto bajo el drama del hambre.
Maiduguri es un
campo de refugiados de la guerra provocada por Boko Harám. Casuchas
de cartón , repartos de comida por el gobierno y mujeres que veden
fruta y joyas, y ancianos mendigando constituyen el día a día
Las víctimas de
Boko Harám se encuentran entre las poblaciones más empobrecidas del
planeta.
Un movimiento
extremista que ya se ha cobrado miles de víctimas y ha desplazado a
mas de dos millones y medio de personas de sus hogares.
La mayoría conoce
al grupo por su ataque a la escuela Chibok, donde sólo 30 niñas
lograron escapar.
La ayuda a las
víctimas de Boko Harám se ha atenuado, aunque en algunos momentos
haya matado más que el Estado Islámico.
Un total de 200
estudiantes siguen prisioneras y se agudizado las presiones al
presidente Muhammadu Buhari para que las rescate. Quien declaró
recientemente su fracaso en las negociaciones. Y afirmó haber pedido
ayuda a Naciones Unidas.
Mientras los
problemas de acceso agua potable y comida se han dificultado. Y
800.000 personas viven en aldeas en ruinas y en los 15 campos de
refugiados en el estado de Borno.
La suma de
independencia y petróleo han hecho de Nigeria un país -en el que se
asienta Boko Harám- donde la frustración, la impotencia, la
desilusión y la rabia, invaden una de las zonas más ricas en
petróleo del planeta.
La guerra de
Biafra dejó cerca de dos millones de muertos. Y sería el punto de
partida para que empresas extranjeras se disputen la explotación de
hidrocarburos, según relata Aloia Álvarez Feáns, en “Nigeria.
Las brechas de un petroestado”.
Kiko Cabanillas.
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