Me instó ayer mi mujer Ana a comprar
el billete de tren para Madrid en Navidad.
En un principio le dije que por qué no
me lo sacaba ella por Internet, pero al negarse afloraron mis
verdaderos demonios: No me apetecía un carajo pasar las Navidades
con mi familia política a pocos meses de separarme legalmente. Sí,
los niños...
Pero vendría Ana con los niños a
pasar Fín de Año a casa, con lo cual renunciaría a mi viaje a la
capital. Y tan feliz.
Ayer le pedí a mi alumno Samsun que le
recitase por teléfono una poesía de Luis García Montero a mi primo
Enrique y luego a mi hermano Javier. Eso es el verdadero espíritu y
no la cagada capitalista de Navidad.
Aún así cocinaré un Sargo y beberé
albariño. Con aguardiente blanca tras los postres.
Lo lamento por mi hija Julia, quien a
buen seguro me echa de menos. Pero se lo explicaré por teléfono y a
buen seguro que me entiende.
Al comentárselo a mi hermano Javier me
insistió mucho en que pasase las fiestas con ellos, pero respetando
plenamente mi opción.
Estaría muy bien con su familia, pero
tengo un interés muy especial en celebrarlo con Kiko.
Ventajas de ser un separado.
Mi primo Kikón seguro que se muere de
envidia.
Creo sinceramente que es una opción
existencial nada despreciable.
¿Qué coño hay que celebrar?. El
mundo está hecho una mierda y poco nos importa. Y poco hacemos por
arreglarlo.
Sólo hay dos cuestiones que intentaré
abordar: Me gustaría pasar unas Navidades con los inmigrantes. Y me
gustaría celebrar fin de año fumándome un petardo.
El otro día Kaki me invitó a un par
de porros. Y agradabilísimos recuerdos vinieron a mi mente.
Parecerá una tontería pero al día
siguiente tuve clase de rehabilitación y mejoré considerablemente.
Estoy convencido de que el hachís tiene propiedades neurológicas.
Además independientemente de eso hacía
años que no me encontraba tan bien.
Inmigración y costo, bendita mezcla
para la cagada navideña.
Kiko Cabanillas.
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