21 de noviembre de 2016

-Crucificado-

Yo era uno de los ladrones que murió crucificado junto a Jesucristo.
El dolor era tan intenso que ya ni se sentía.
Procuraba moverme pero resultaba imposible.
Mis manos se desgarraban y mis pies estaban inertes e insensibles.

Tampoco había yo robado tanto como para sufrir este tormento.
¿En buena hora se me ocurriría sustraer aquella...?.

De nuevo ese maldito sueño.
Sin duda debería mejorar mis relaciones laborales.

Era ya la quinta vez que acudía al psicólogo y éste me insistía en que mi pesadilla revelaba que la situación de estrés que sufría en el trabajo había superado con creces mi estabilidad emocional.

Y justo cuando iba a morir desangrado me despertaba. Y, ¡cómo no!, cada día volvía a mi calvario.

Y fue aquél día cuando ocurriría todo. Entré tarde en la oficina con un martillo y clavos. Me dirigí a la mesa de mi jefe de sección. Y todo fue muy rápido...
Le cogí la mano y en un golpe maestro muy hábil la coloqué encima de la mesa. Golpe certero con el martillo y ahí quedó clavado el apéndice.

¡Estaba asistiendo a un psicólogo. Muy enfermo...!.
Todos comentaban el sucedido, pero yo...

Nunca más sufrí la pesadilla y jamás necesité un psicólogo.
Perdí el trabajo, claro.

Pero encontré otro mucho mejor. Y sobre todo jamás volví a ser crucificado.
                                       Kiko Cabanillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario