Llegó el verano y tenía que coger mis vacaciones en septiembre-octubre, pues
operaban a mi hijo en Madrid y quería estar con él. En cambio Isa
las cogió del 20 de Julio al 1 de Agosto. Tenía pues jefa nueva:
Eva.
Todo fue de
maravilla. Sustituyó a Isa con total eficacia.
Pero un día,
entre risas, me dijo: “Hoy vamos a hacer un Z”.
“¿Un qué?.
“No te
preocupes. Es muy divertido”, contestó.
“Vamos a
equiparnos”, dijo.
Y fuimos a un
cuarto cerrado con llave donde cogimos cada cual una especie de
mochilas con unos depósitos de líquido rosa en su interior.
Presentaban una goma -que salía del bidón- y una palanca para
accionar.
“Vamos a la
entrada y tú sigues mis instrucciones”, señaló Eva.
“Antes de que me
olvide -destacó mi nueva jefa- debemos tomar estas pastillas para
inmunizarnos del contenido de los bidones”.
Y así fue como
empezamos a esparcir el rosado fluido por la entrada.
Fue algo
increible: Todas las personas que respiraron el líquido gaseoso
entraban a comprar al centro comercial. Cuando llevábamos poco menos
de media hora se había formado una verdadera cola a la entrada.
“Eva por dios
explica todo esto”, señalé.
“Pues bien Kiko,
nuestro equipo se ha desplazado a la Amazonia y allí se ha hecho con
el virus Z, que respirado impele a comprar de un modo inmediato.
Luego sus efectos pasan y no deja muestras de ningún tipo.
Realmente mi nuevo
trabajo era mucho más divertido de lo que me imaginaba.
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