Me había casado y tenía dos hijos.
Pero mi matrimonio tocó a su fin. Y
vivía separado en un modesto pìso de Vallecas.
En pleno estado de desconcierto
psicológico decidí comenzar a colaborar con Médicos sin Fronteras.
Mi primer destino sería Siria, donde las patologías psíquiátricas
estaban a la orden del día. Así como traumas por la pérdida de
seres queridos.
Finalmente. Y dado mi éxito en Siria
decidieron enviarme a Sicilia, donde recibíamos a diario cientos de
refugiados africanos provenientes de la costa Libia.
Depresiones, ansiedad, síndrome de
Ulises, desamparo, desorientaciones...
Gran número de ellos habían cruzado
el Mediterráneo provenientes de países con conflictos armados.
Huyendo de la guerra.
La mitad de ellos presentaban
enfermedades psíquicas. Y nueve de cada diez empeoraron su situación
en Italia.
Esto es, por muy mala que fuese su
situación en origen, no lograban mejorarla en absoluto.
En Sicilia llevaba ya un año.
La atención psiquiátrica era
imprescindible aquí.
Finalmente decidí tomarme unos días
de vacaciones e ir a ver a mis hijos a Madrid.
Fui recibido con mucho afecto por mi
ex.
Y, como siempre, a mi hijo Santi y a su
maravilloso Síndrome de Down me los comí a besos.
Me dí cuenta de que ya tenía otra
familia. Pues era entonces -lejos de Sicilia- cuando me sentía fuera
de casa.
Después sería enviado a varios países
africanos.
Y mi carrera como psiquiatra se
intensificaba a ritmo vertiginoso.
Pero ya tenía sesenta años. Era viejo
para ese tipo de vida.
Finalmente me reconcilié con mi ex y
me fui a vivir con ellos a Madrid, donde trabajé en mi especialidad
médica con inmigrantes en la ONG Ecos do Sur.
Kiko Cabanillas.
Kiko Cabanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario