4 de julio de 2016

-La Higuera y la Poesía.

Cuando me separé de mi mujer decidí comprar una casita con un pequeño jardín en la coruñesa  Santa  Cristina.
Encontré una vivienda rústica que se atenía a mi presupuesto -la mitad del valor del duplex que compartíamos mi mujer y yo-. Además tenía una higuera en el jardín que daba higos todos los años.
Allí pues comencé mi nueva vida: Escribía a diario y estudiaba filosofía.
Pronto empecé a publicar gracias a un amigo de mi hermano Javier.
Era como un sueño.
Bajo la higuera escribía todos los días con mi portátil hasta media mañana, hora en la que me dirigía al mercadillo a comprar la comida: Pescado casi todos los días.
Mi éxito fue relativamente rápido.
Decididamente abandoné la narrativa para dedicarme en exclusiva a la Poesía.
A mi casita venían invitados poetas de todas las nacionalidades.
Al fin me captó la Colección Visor Poesía. También escribía para la editorial Cátedra.
Y mi relación con la higuera se iba profundizando.
Ella, mi portatil y yo.
Influído por la Promoción Poética de los Cincuenta y por la Beat Generation rápidamente logré un estilo propio y personalísimo.
Todos mis temores y dudas los compartía con mi higuera. Y ella me facilitaba soluciones efectivas, que sin dudarlo un momento llevaba a cabo.
Todo fue viento en popa y a los diez años era un consagrado poeta.
Hasta que llegó el fatídico día: La higuera amanecició mustia y se iba secando.
Traje a un especialista en higueras. Quien me dijo: Es muy sencillo: Su higuera se muere de vieja.
Finalmente falleció.

Y desde ese día y hasta hoy dejaron de brotar los versos de mi alma.
Ya no escribo.
Kiko Cabanillas.

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