Como ya sabéis yo había contactado
con David por “mail” e incluso por “Skipe”. Detalle: David
había fallecido hará unos cinco años en un accidente de alpinismo
en los Alpes franceses.
El caso es que un buen día me llamó
vía Skipe y al atender su llamada me dijo:
“No sólo te doy permiso para que
conectes con mi mujer y a mi hijo, sino que además quiero que hagas
lo mismo con mis amigos del Más Allá”.
A continuación me indicó que para
tener tiempo libre me conseguiría un premio de la ONCE de 3.000
euros mensuales.
Y así fue. Al cabo de dos semanas
recibí el citado galardón.
Antes de nada le pedí a David la
dirección de su casa y el teléfono.
Llamé a su viuda y le anuncié que
iría a verla.
“Los amigos de David son nuestros
amigos, dijo refiriéndose al mozo que -con gran parecido a su padre-
estaba también sentado en el sofá.
Le anuncié a la buena mujer mi poder.
Y lo que me había llevado a su casa.
Entre risas nerviosas accedió
encantada.
Conectamos el Skipe y...
“Soy yo mi vida. Y estoy bien”,
dijo David.
Momento en el cual Fransuas se
desvaneció. Pero en cinco minutos estaba ya bien y continuó
hablando con mi difunto amigo.
Yo, para darles intimidad, me fui al
cuarto de sal lado.
Charlaron por espacio de una hora
aproximadamente.
Y ya cuando finalizaron me dijo la
hermosa viuda: “David quiere hablar contigo”.
“Dime, David”, señalé.
“Quiero darte las gracias por haberme
dado la posibilidad de hablar con mi familia. Y te voy a pedir
que hagas lo mismo con mis amigos celestiales. Ya te daré
instrucciones. Y repito: Gracias”.
Kiko Cabanillas.
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