Era muy temprano.
En torno
a las siete de la mañana.
Sonó el timbre de la
puerta. Acudí a abrir de inmediato.
Miré por la mirilla. Y...
No puede ser: Era yo
mismo. “Ábreme”, pidió Kiko.
“Pasa y explicamé esta
pesadilla”, dije.
“Verás soy tu doble. Y
me envía Satanás para que escribas un libro: Te traigo en esta
carpeta el argumento. Todo lo que quieras saber sobre el mismo me lo
preguntas.
Yo mientras tu escribes
cumpliré todas tus obligaciones: ONG y demás, señaló.
Así fue como yo llevé
vida de escritor.
Desde temprano escribía
sobre la vida de un conde que se había convertido al satanismo, tal
como reflejaban los apuntes que figuraban en la carpeta rosada.
Pero de repente empecé a
sentir un agudo dolor en el vientre. Dejé de escribir.
Me concentré y lo vi con
claridad: Mi otro yo había sido atacado con una navaja en la calle
por un “yonquie”, quien le había asestado un navajazo a la
altura del hígado.
“Vete al hospital
Chuac”, traté de transmitirle.
Y efectivamente así lo
hizo tras pedir una ambulancia que hasta allí lo trasladó.
Ya en el Chuac fué
atendido por el doctor Vélez, quien le informó de que el hígado
había sido perforado.
Mientras yo sentía todos
los padecimientos de mi doble.
Apenas podía incorporarme
de la silla donde escribía.
Mientras en el hospital la
situación tomaba tintes dramáticos: Fui ingresado en la UCI.
Entonces lo comprendí:
Cuando mi doble muriese yo iría tras de él.
Y de hecho así ocurrió.
Ambos morimos.
Empapado en sudor me
desperté en mi casa de A Coruña. Siempre me ocurría que cuando
estaba finalizando un libro sufría terribles pesadillas.
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