Iba bajando en el ascensor desde mi
piso 16 de mi casa coruñesa, cuando...
Un charco de agua se formaba bajo mis
pies al tiempo que el ascensor se quedaba parado en el piso cuarto.
¡Vaya por dios!.
Llamé al teléfono de emergencia que
figuraba en el panel lateral. Pero, no pude, pues no tenía cobertura.
Pasó un cuarto de hora y todo seguía
igual. Bueno todo no. El agua me llegaba ya a la altura de las
tibias. ¡Maldita sea mi suerte!.
Bueno pensaré en mis cosas: Reflexioné
sobre el nuevo cargo de presidente de la ONG Ecos do Sur y también
pensé en mis inmigrantes alumnos de español.
Di golpes y patadas en la puerta
esperando que alguien me oyese. Pero, nada.
El agua ya me llegaba por los muslos. Y
mi tensión se disparaba a ritmos frenéticos.
El liquido, aunque se vertía por los
laterales, seguía aumentando su nivel, ya me rozaba el pecho.
Recordé cuando hace unos veinte años
me incorporé de voluntario en la ONG. Fui -y soy- profe de español,
luego vocal de prensa y finalmente director, durante cuatro años. El
caso es que me habían vuelto a ofrecer la presidencia y había
aceptado encantado.
Y ahora que me iba tan bien fíjate en
que situación me hallo. Bueno no pasará de ser un breve y dramático
episodio existencial.
Los rostros y lugares conocidos pasaban
por mi mente sin ningún raciocinio, como sueños.
Fantasías oníricas se apoderaron de
mí.
De repente recordé: Finalmente me
había decidido a viajar a Mozambique como presidente de Ecos do Sur.
Fue algo fantástico.
Construimos un pozo y una escuela. Me
integré perfectamente.
Pero enfermé. Malaria.
Como mi enfermedad se agudizaba decidí
volver a España y tratarme con el doctor López Vélez, jefe del
Departamento de Medicina Tropical del Hospital Ramón y Cajal de
Madrid. Primero iría unos días a casa para pasar por mi
organización humanitaria.
Y en esta situación estaba cuando
extrañas pesadillas me robaban mi apacible sueño.
Kiko Cabanillas.
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