13 de octubre de 2015

-Semáforo eterno-


Había cogido un taxi en la coruñesa calle Ángel Senra para acudir a mi clase de “Ciudadanos” de la Senior.
Tomé el vehículo, que se detuvo en el semáforo que hay antes de la incorporación a Ronda de Outeiro.
Iba con prisa por llegar a la universidad para mayores, con lo cual me desesperó la tardanza del semáforo en ponerse en verde.
“Pues si que tarda”, le dije al taxista.
Y al menos diez minutos pasaron. Así es que decidí bajarme del taxi y coger un bus. Pero tras pagar intente abrir...
La puerta no cedía. Y le dije al taxista: “Está estropeada y tengo que bajarme...Bueno probaré la otra. Igual: Tampoco abría.
“Esté usted tranquilo”, me espetó el taxista.
Justo en ese momento pasaba Patxi, compañero de la ONG, le llamé y le expliqué por la ventanilla cerrada -pues tampoco abría- lo absurdo de la situación. Y me exclamó: “Kiko y sus cosas”.
Ya habían pasado 40 minutos y el semáforo seguía en rojo.
Ya rozando la histeria le dije al conductor: “Caballero esta situación no tiene sentido. ¡Sáqueme de aquí!”
A lo que el taxista respondió: “Tenga calma señor, no ve lo tranquilo que estoy yo”.
Evalúe su vida -añadió el taxista- cuando ya se acercaba la hora de comer.
Momento en el cual rompí una ventanilla.
Me extrañaba enormemente que no hubiera más coches en la calle en nuestra misma situación.
Roto el vidrio traté de abrir desde fuera. Pero no sólo no abrió sino que me corté el antebrazo con los cristales.
Perdía mucha sangre y le dije al taxista: “Por dios lléveme a un hospital”.
A lo que el conductor respondió: “De algo hay que morir”.

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